Sergio Bitar: El progresismo tiene que asumir como un derecho humano la seguridad personal

Referente de la izquierda latinoamericana, estudioso de las transiciones democráticas e impulsor de la modernización del Estado, Sergio Bitar tiene en su currículum el haber sido ministro de tres presidentes de Chile: de Salvador Allende (Minería), Ricardo Lagos (Educación) y Michelle Bachelet (Obras Públicas). Pero también, las experiencias de la prisión política tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet; del exilio en Estados Unidos y Venezuela; y de la formación académica en el exterior. Con ese bagaje, Bitar analiza la coyuntura de su país, las tensiones del continente, la crisis de la izquierda y la reconfiguración de la socialdemocracia.

–¿Cómo se reconfigura Chile a desde este domingo, con el posible triunfo del candidato de la ultraderecha, José Kast?

–Los riesgos, a mi juicio, son problemas de gobernabilidad. Los veo como problemas mayores, porque los equilibrios políticos en el Parlamento aseguran que será muy difícil retroceder. Pero tenemos que estar atentos para resguardar la democracia, los derechos civiles, las libertades y también los temas de derechos de la mujer. Se trata de un candidato que tiene experiencia como diputado, pero ninguna de gobierno. Era de los más cercanos a los tiempos de Pinochet y tiene posturas muy conservadoras.

–¿Cuáles son los riesgos para Chile de un gobierno como el que propone Kast?

–El primero es su descuido por los temas de políticas sociales. Y no hay democracia que se sostenga sin inclusión social. Reducir gastos fiscales de una manera imprudente e innecesaria afectar los niveles de salud, de educación, de vivienda; son derechos que los chilenos han logrado y que no están exponiendo ningún déficit fiscal. La economía chilena está sólida, con una inflación inferior al 4% anual. El segundo riesgo es una actitud muy conservadora respecto a los derechos de la mujer: votó contra la ley de divorcio, contra el uso de la píldora anticonceptiva, contra el matrimonio igualitario (promovido por Sebastián Piñera, de derecha moderado); se ha opuesto a la ley de aborto por tres causales. Un tercer riesgo es una política internacional que se desalinee con la línea histórica de Chile y la autonomía respecto a las grandes potencias. Por último, creo que sus políticas anti inmigratorias pueden ser extremadamente conflictivas. Hizo afirmaciones diciendo que va a expulsar a 300 mil inmigrantes ilegales (principalmente venezolanos): es un despropósito y es inviable porque Venezuela ni siquiera aceptará ningún avión que venga de Chile.

–¿A qué atribuye que haya emergido la extrema derecha y un candidato así? ¿Hay errores propios de la izquierda o un clima de época?

–Primero, hay sorpresas en política como nunca habíamos visto antes. Los cambios tecnológicos de percepción alteran el voto. Pero hay varios factores nuevos en Chile: primero, esta va a ser la primera elección en la historia de Chile que tiene voto obligatorio e inscripción automática. Anteriormente votaban en Chile 7 millones de personas; y esta elección va a tener una participación de unos 14 millones de votos. Hay una mayoría creciente que no le interesa la política, que desprecia a los políticos, y atiende solo aquellas llamadas que responden a sus preocupaciones inmediatas. No es un voto ideológico. Segundo factor es el tema de la inseguridad, que caló muy fuerte: aparecieron delitos desconocidos en Chile. Vimos secuestros, descuartizamientos, chantajes, la penetración de la droga. Entonces, esos factores se han cambiado, pero yo diría el factor seguridad, primera importancia. Luego, yo creo que tenemos una tendencia en América Latina a la alternancia. Entonces estamos en un péndulo.

–Voto por “otra cosa”, sin pensar mucho. No se piensa desde la ideología, sino desde la utilidad.

–Exactamente, y la seguridad ha sido muchas veces por la izquierda minimizada o no tomada como un factor. Hoy, uno de los grandes cambios que ha habido en la cultura, incluso en los sectores progresistas, es la seguridad de un derecho humano. Y por último, yo diría, no menor, ha sido el hecho de que Jeannette Jara es una candidata comunista y eso pone un techo.

–Desde una mirada más regional, ¿en qué falló la izquierda, los sectores progresistas, en estos años?

–Hay un fenómeno que para quienes tenemos una larga carrera política nos desazona, y es cómo América Latina se ha disgregado al punto que nadie ve una tarea común. Cada país cree que puede resolver los problemas solo en un mundo globalizado. Entonces estamos en un punto bajo de capacidad operativa e integración y colaboración latinoamericana. Dicho eso, yo diría que las experiencias como la de Maduro han sido fatales, porque además, usando el nombre de socialismo del siglo XXI, ha destruido la democracia y ha destruido la economía y ha empobrecido a los más pobres. Lo segundo es que las izquierdas son más difíciles de tener gobiernos eficientes. Todavía hay una rémora de las terminologías de democracia burguesa; una cierta desconfianza en la democracia en sectores de izquierda. Lo que no hemos podido constituir es lo que podríamos denominar una socialdemocracia latinoamericana que conjugue una voluntad progresista de afianzamiento de la democracia y los derechos humanos con una clara inclinación social a la integración social, pero con crecimiento económico, con protección del medio ambiente, con derechos de la mujer. Si yo tuviera que decir cuáles cumplieron, yo creo que la Concertación chilena es un gran ejemplo de eso, que los gobiernos Fernando Cardoso y Lula Da Silva son un buen ejemplo, el Frente Amplio es un buen ejemplo; pero no lo fue el justicialismo, que pudo haberlo sido y no lo fue: deterioró la economía y utilizó un lenguaje de hostilizada en vez de un lenguaje de colaboración y de proyecto de futuro. La otra falla importante es como penetró la criminalidad y como ésta socava entonces la paz y la democracia. Porque allí la gente dice quíteme libertad pero dénme seguridad. Y ese dilema es muy dañino. El progresismo tiene que asumir como un derecho humano la seguridad personal, no sólo la igualdad social.

–¿Cuál es la mirada que tiene de un personaje como Javier Milei?

–Yo detesto el lenguaje agresivo, hostil, divisivo. Pero también en política uno tiene que mirar qué medidas se están tomando. Yo encuentro que los ajustes que ha hecho son indispensables. Sin embargo, me pregunto si cabe la posibilidad de mejorar porque es obligatorio las condiciones sociales de los que se ven más afectados .O sea, las transiciones en una economía sometida a shock son muy complejas de hacer en democracia. Argentina para mí es un ejemplo interesante de cómo se hace esta política en democracia. Los primeros resultados son positivos, pero se corre un gran riesgo. Si retrocede, la crisis va a ser mucho mayor. La duda que he tenido es, ¿pueden los argentinos constituir acuerdos básicos de mantener una cierta política económica más equilibrada en lo social que saque la situación adelante? Mi conocimiento de los casos de economía con crisis y con potencial como la de Argentina, requieren entre 5 y 10 años de sostenimiento de una política económica. Mi pregunta es, ¿es capaz este gobierno, la oposición o sectores, de convenir una cierta estabilidad en ciertas políticas para que tengan resultados? Porque una cosa es que tú ajustes el fisco y otra cosa es que lleguen inversiones. Son dos cosas muy distintas. Tú puedes tener equilibrio, puedes pedirle a la gente un esfuerzo, un sacrificio y pueden no llegar inversiones a proyectos nuevos. Y si llegan, son 4, 5, 10 años para que dé frutos. No sé si este hombre es capaz de cambiar su estilo buscar colaboración.

–¿Usted ve en el presidente Milei y en los referentes de la oposición las condiciones para generar un diálogo y la confianza necesaria?

–No veo a la oposición con capacidad de montar una fórmula distinta que dé resultados y veo con mucha dificultad que evolucione el carácter de Milei hacia un diálogo más amplio.

–¿Cómo está siguiendo los acontecimientos en Venezuela? ¿Está preocupado por que escale ese conflicto a un nivel armado? ¿Cómo cree que debe darse la salida de un gobierno como el de Maduro?

–El futuro de la democracia se ve cruzado por dos cosas detestables que es el que se roba la elección y destruye un país, caso de Maduro, y la invasión norteamericana en territorio latinoamericano. Yo me encuentro en favor, y firmé incluso una carta a favor de que se le consiguiera el premio Nobel a Machado, porque quienes hemos luchado contra las dictaduras admiramos a los que se levantan y dan su vida por la lucha democrática, y ella lo ha hecho. Pero empieza a inquietarme que le haya dedicado el Nobel a Trump, o que admita la posibilidad de que a través de una invasión o de la violencia tú construyas un régimen pacífico en democracia. Ahí se produce una contradicción mayor. Lo posible es que se establezca una salida de Maduro convenida internamente para un reemplazo que llame a elecciones posteriores. Las transiciones fracasan cuando no hay equipos de reemplazo. Si tú sacas a Maduro de golpe y no hay quien pueda gobernar el país, las posibilidades de retroceso también son muy altas.

–¿Alcanza con sacar a Maduro en un exilio a algún país europeo o aliado a Rusia?

–La fórmula tiene que pasar por la salida de Maduro, punto uno. Luego, tiene que haber una persona que le dé a los actuales ciertas garantías, alguien que no amenace a los que se van, sino les facilite que la salida. y que ese proceso vaya acompañado de Estados Unidos que no limite el comercio del petróleo. Es importante que Venezuela no se resuelva desde una lógica intervencionsita.

–¿En un futuro inmediato es posible un resurgimiento del latinoamericanismo ante las acciones militares y de intervención comercial de Estados Unidos?

–Tenemos que cambiar el modelo. El modelo que ha predominado hasta acá es el de la Unión Europea. Bueno, hagámoslo como la Unión Europea: comerciamos más entre nosotros. Hagamos infraestructura para que negociemos. Hagamos tratados de libre comercio. Pero cuál es el nuevo modelo? ¿En qué nosotros tenemos que juntarnos y dialogar y crear instancias? ¿Cuáles son las reglas que van a ordenar esta polarización China-Estados Unidos de manera que nos defendamos los países medianos? Una, la democracia. Luego, política de derechos humanos, de justicia y de separación de poderes. Luego, el multilateralismo y especialmente la relación con Europa y África. Enseguida, en materia de inmigración: tienen que haber acuerdos internacionales porque la criminalidad no es un fenómeno nacional, es un fenómeno internacional. La coordinación de las policías de América Latina yla creación de una Interpol latinoamericana es absolutamente fundamental para avanzar en la defensa común; la Antártica, en el caso chileno-argentino, es fundamental. Entonces, tenemos que reponer con una lógica de peso global para definir normas que nos regulen nuestras capacidades nacionales y nos protejan. Ese puede ser un enfoque distinto del anterior. Pero no hay presidentes con una mirada ancha de América Latina.

Referente de la izquierda latinoamericana, estudioso de las transiciones democráticas e impulsor de la modernización del Estado, Sergio Bitar tiene en su currículum el haber sido ministro de tres presidentes de Chile: de Salvador Allende (Minería), Ricardo Lagos (Educación) y Michelle Bachelet (Obras Públicas). Pero también, las experiencias de la prisión política tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet; del exilio en Estados Unidos y Venezuela; y de la formación académica en el exterior. Con ese bagaje, Bitar analiza la coyuntura de su país, las tensiones del continente, la crisis de la izquierda y la reconfiguración de la socialdemocracia. –¿Cómo se reconfigura Chile a desde este domingo, con el posible triunfo del candidato de la ultraderecha, José Kast?–Los riesgos, a mi juicio, son problemas de gobernabilidad. Los veo como problemas mayores, porque los equilibrios políticos en el Parlamento aseguran que será muy difícil retroceder. Pero tenemos que estar atentos para resguardar la democracia, los derechos civiles, las libertades y también los temas de derechos de la mujer. Se trata de un candidato que tiene experiencia como diputado, pero ninguna de gobierno. Era de los más cercanos a los tiempos de Pinochet y tiene posturas muy conservadoras. –¿Cuáles son los riesgos para Chile de un gobierno como el que propone Kast?–El primero es su descuido por los temas de políticas sociales. Y no hay democracia que se sostenga sin inclusión social. Reducir gastos fiscales de una manera imprudente e innecesaria afectar los niveles de salud, de educación, de vivienda; son derechos que los chilenos han logrado y que no están exponiendo ningún déficit fiscal. La economía chilena está sólida, con una inflación inferior al 4% anual. El segundo riesgo es una actitud muy conservadora respecto a los derechos de la mujer: votó contra la ley de divorcio, contra el uso de la píldora anticonceptiva, contra el matrimonio igualitario (promovido por Sebastián Piñera, de derecha moderado); se ha opuesto a la ley de aborto por tres causales. Un tercer riesgo es una política internacional que se desalinee con la línea histórica de Chile y la autonomía respecto a las grandes potencias. Por último, creo que sus políticas anti inmigratorias pueden ser extremadamente conflictivas. Hizo afirmaciones diciendo que va a expulsar a 300 mil inmigrantes ilegales (principalmente venezolanos): es un despropósito y es inviable porque Venezuela ni siquiera aceptará ningún avión que venga de Chile. –¿A qué atribuye que haya emergido la extrema derecha y un candidato así? ¿Hay errores propios de la izquierda o un clima de época?–Primero, hay sorpresas en política como nunca habíamos visto antes. Los cambios tecnológicos de percepción alteran el voto. Pero hay varios factores nuevos en Chile: primero, esta va a ser la primera elección en la historia de Chile que tiene voto obligatorio e inscripción automática. Anteriormente votaban en Chile 7 millones de personas; y esta elección va a tener una participación de unos 14 millones de votos. Hay una mayoría creciente que no le interesa la política, que desprecia a los políticos, y atiende solo aquellas llamadas que responden a sus preocupaciones inmediatas. No es un voto ideológico. Segundo factor es el tema de la inseguridad, que caló muy fuerte: aparecieron delitos desconocidos en Chile. Vimos secuestros, descuartizamientos, chantajes, la penetración de la droga. Entonces, esos factores se han cambiado, pero yo diría el factor seguridad, primera importancia. Luego, yo creo que tenemos una tendencia en América Latina a la alternancia. Entonces estamos en un péndulo. –Voto por “otra cosa”, sin pensar mucho. No se piensa desde la ideología, sino desde la utilidad. –Exactamente, y la seguridad ha sido muchas veces por la izquierda minimizada o no tomada como un factor. Hoy, uno de los grandes cambios que ha habido en la cultura, incluso en los sectores progresistas, es la seguridad de un derecho humano. Y por último, yo diría, no menor, ha sido el hecho de que Jeannette Jara es una candidata comunista y eso pone un techo. –Desde una mirada más regional, ¿en qué falló la izquierda, los sectores progresistas, en estos años?–Hay un fenómeno que para quienes tenemos una larga carrera política nos desazona, y es cómo América Latina se ha disgregado al punto que nadie ve una tarea común. Cada país cree que puede resolver los problemas solo en un mundo globalizado. Entonces estamos en un punto bajo de capacidad operativa e integración y colaboración latinoamericana. Dicho eso, yo diría que las experiencias como la de Maduro han sido fatales, porque además, usando el nombre de socialismo del siglo XXI, ha destruido la democracia y ha destruido la economía y ha empobrecido a los más pobres. Lo segundo es que las izquierdas son más difíciles de tener gobiernos eficientes. Todavía hay una rémora de las terminologías de democracia burguesa; una cierta desconfianza en la democracia en sectores de izquierda. Lo que no hemos podido constituir es lo que podríamos denominar una socialdemocracia latinoamericana que conjugue una voluntad progresista de afianzamiento de la democracia y los derechos humanos con una clara inclinación social a la integración social, pero con crecimiento económico, con protección del medio ambiente, con derechos de la mujer. Si yo tuviera que decir cuáles cumplieron, yo creo que la Concertación chilena es un gran ejemplo de eso, que los gobiernos Fernando Cardoso y Lula Da Silva son un buen ejemplo, el Frente Amplio es un buen ejemplo; pero no lo fue el justicialismo, que pudo haberlo sido y no lo fue: deterioró la economía y utilizó un lenguaje de hostilizada en vez de un lenguaje de colaboración y de proyecto de futuro. La otra falla importante es como penetró la criminalidad y como ésta socava entonces la paz y la democracia. Porque allí la gente dice quíteme libertad pero dénme seguridad. Y ese dilema es muy dañino. El progresismo tiene que asumir como un derecho humano la seguridad personal, no sólo la igualdad social.–¿Cuál es la mirada que tiene de un personaje como Javier Milei?–Yo detesto el lenguaje agresivo, hostil, divisivo. Pero también en política uno tiene que mirar qué medidas se están tomando. Yo encuentro que los ajustes que ha hecho son indispensables. Sin embargo, me pregunto si cabe la posibilidad de mejorar porque es obligatorio las condiciones sociales de los que se ven más afectados .O sea, las transiciones en una economía sometida a shock son muy complejas de hacer en democracia. Argentina para mí es un ejemplo interesante de cómo se hace esta política en democracia. Los primeros resultados son positivos, pero se corre un gran riesgo. Si retrocede, la crisis va a ser mucho mayor. La duda que he tenido es, ¿pueden los argentinos constituir acuerdos básicos de mantener una cierta política económica más equilibrada en lo social que saque la situación adelante? Mi conocimiento de los casos de economía con crisis y con potencial como la de Argentina, requieren entre 5 y 10 años de sostenimiento de una política económica. Mi pregunta es, ¿es capaz este gobierno, la oposición o sectores, de convenir una cierta estabilidad en ciertas políticas para que tengan resultados? Porque una cosa es que tú ajustes el fisco y otra cosa es que lleguen inversiones. Son dos cosas muy distintas. Tú puedes tener equilibrio, puedes pedirle a la gente un esfuerzo, un sacrificio y pueden no llegar inversiones a proyectos nuevos. Y si llegan, son 4, 5, 10 años para que dé frutos. No sé si este hombre es capaz de cambiar su estilo buscar colaboración. –¿Usted ve en el presidente Milei y en los referentes de la oposición las condiciones para generar un diálogo y la confianza necesaria? –No veo a la oposición con capacidad de montar una fórmula distinta que dé resultados y veo con mucha dificultad que evolucione el carácter de Milei hacia un diálogo más amplio. –¿Cómo está siguiendo los acontecimientos en Venezuela? ¿Está preocupado por que escale ese conflicto a un nivel armado? ¿Cómo cree que debe darse la salida de un gobierno como el de Maduro?–El futuro de la democracia se ve cruzado por dos cosas detestables que es el que se roba la elección y destruye un país, caso de Maduro, y la invasión norteamericana en territorio latinoamericano. Yo me encuentro en favor, y firmé incluso una carta a favor de que se le consiguiera el premio Nobel a Machado, porque quienes hemos luchado contra las dictaduras admiramos a los que se levantan y dan su vida por la lucha democrática, y ella lo ha hecho. Pero empieza a inquietarme que le haya dedicado el Nobel a Trump, o que admita la posibilidad de que a través de una invasión o de la violencia tú construyas un régimen pacífico en democracia. Ahí se produce una contradicción mayor. Lo posible es que se establezca una salida de Maduro convenida internamente para un reemplazo que llame a elecciones posteriores. Las transiciones fracasan cuando no hay equipos de reemplazo. Si tú sacas a Maduro de golpe y no hay quien pueda gobernar el país, las posibilidades de retroceso también son muy altas. –¿Alcanza con sacar a Maduro en un exilio a algún país europeo o aliado a Rusia?–La fórmula tiene que pasar por la salida de Maduro, punto uno. Luego, tiene que haber una persona que le dé a los actuales ciertas garantías, alguien que no amenace a los que se van, sino les facilite que la salida. y que ese proceso vaya acompañado de Estados Unidos que no limite el comercio del petróleo. Es importante que Venezuela no se resuelva desde una lógica intervencionsita. –¿En un futuro inmediato es posible un resurgimiento del latinoamericanismo ante las acciones militares y de intervención comercial de Estados Unidos?–Tenemos que cambiar el modelo. El modelo que ha predominado hasta acá es el de la Unión Europea. Bueno, hagámoslo como la Unión Europea: comerciamos más entre nosotros. Hagamos infraestructura para que negociemos. Hagamos tratados de libre comercio. Pero cuál es el nuevo modelo? ¿En qué nosotros tenemos que juntarnos y dialogar y crear instancias? ¿Cuáles son las reglas que van a ordenar esta polarización China-Estados Unidos de manera que nos defendamos los países medianos? Una, la democracia. Luego, política de derechos humanos, de justicia y de separación de poderes. Luego, el multilateralismo y especialmente la relación con Europa y África. Enseguida, en materia de inmigración: tienen que haber acuerdos internacionales porque la criminalidad no es un fenómeno nacional, es un fenómeno internacional. La coordinación de las policías de América Latina yla creación de una Interpol latinoamericana es absolutamente fundamental para avanzar en la defensa común; la Antártica, en el caso chileno-argentino, es fundamental. Entonces, tenemos que reponer con una lógica de peso global para definir normas que nos regulen nuestras capacidades nacionales y nos protejan. Ese puede ser un enfoque distinto del anterior. Pero no hay presidentes con una mirada ancha de América Latina.La Voz