Rebote 2021: lejos del manual keynesiano

Varios países de la región lograrán, a fin de este año o a principios de 2022, recuperar los niveles de actividad antes del Covid-19. Y una característica dominante es que lo estarán haciendo con un ajuste fiscal procíclico.

¿Cuál es la razón de este fenómeno contraintuitivo? En parte se explica por una peculiaridad de esta crisis: en 2020 hubo un fuerte incremento del ahorro privado, como contrapartida de los mayores déficits fiscales, ya que el flujo de capitales a cada país se frenó en seco.

Por ende, uno de los secretos de la salida de esta crisis es la reconducción de esa masa extra de ahorros privados a favor del impulso de la demanda agregada, preferentemente la inversión, pero también bienes de consumo durable.

Esto sólo puede lograrse con la confianza de familias y de empresas, tanto en términos de política económica como sanitaria.

Pese a la fuerte mejora de los términos de intercambio experimentada por la mayoría de los países de la región, el rebote de 2021 no es homogéneo, si se incluye en el cómputo la magnitud de las caídas de producto interno bruto (PIB) de 2020 y los países que están más demorados porque siguen absorbiendo demasiados recursos para financiar sus déficit fiscales.

Este último es el caso de la Argentina, que también se encuentra de tres a cuatro meses rezagada en el porcentaje de población vacunada con dos dosis, si se compara con Uruguay y Chile.

Las secuelas de la pandemia son diversas y profundas, por lo que los distintos países deben arreglarse para mantener un flujo extra de recursos estatales a favor de los sectores más afectados y las capas sociales más vulnerables, mientras las políticas sanitarias posibilitan una completa normalización de actividades.

Y, al mismo tiempo, mantener el crédito abierto de cada país obliga a los gobiernos a tomar medidas que eviten la espiralización de la deuda pública, luego de un 2020 de inéditos desbordes fiscales.

En este aspecto, los emergentes corren en desventaja con países como Estados Unidos, Japón y los miembros de la eurozona, cuyos bancos centrales tienen todavía la potestad de emitir moneda altamente demandada en el resto del mundo.

De todos modos, retomar la responsabilidad fiscal no está afectando la recuperación del 2021 en determinados países. Más bien lo contrario, podría estar ayudando a impulsarla. Por caso, Brasil y Chile a fin de este año ya estarían superando el nivel del PIB de 2019, pese (o gracias) a que están recortando en forma significativa el déficit fiscal respecto de 2020, en 7,4 y 4.0 puntos del PIB, respectivamente.

La Argentina, por su parte, parecía encaminarse en similar dirección hasta mayo/junio, pero en julio ha “vuelto a las andadas”.

La consecuencia rezagada de la moderación fiscal del primer semestre está ayudando a descender un escalón la tasa de inflación, pero no alcanzó para revertir expectativas cercanas al 50 por ciento anual, ni tampoco para retirar al Estado del rol de “toma todo” en el mercado de crédito. Esta es una diferencia crucial, por caso, con Brasil, donde los últimos datos muestran que los préstamos a privados se expanden al 15 por ciento interanual en términos reales, en contraste con la Argentina, dónde se contrae al 10 por ciento.

Ilustración Eric Zampieri

La recreación de préstamos al sector privado no es la única consecuencia de esa política “antikeynesiana” en lo fiscal. La ampliación del horizonte que significa la preservación del crédito soberano se refleja en otras dimensiones: el riesgo país, la entrada o la salida de capitales, y también el valor de las empresas, una variable altamente correlacionada con la trayectoria de la inversión.

Obsérvese que, mientras el índice Merval en dólares (CCL) todavía cae un 60 por ciento a fin de julio con relación a principios de 2019, el Bovespa (el índice bursátil de Brasil) prácticamente ha recuperado aquel nivel.

Condimentos domésticos

En 2021, la Argentina se está beneficiando por una mejora en torno al 40 por ciento del precio internacional de las materias primas con relación al promedio de 2020 y las exportaciones del complejo agroindustrial se incrementan en 9.600 millones de dólares, para acercarse a los 36 mil millones de dólares.

En otras condiciones macroeconómicas y con diferentes políticas, el impacto de la mejora de los términos de intercambio sobre el PIB habría sido seguramente mayor al observado. Pero su poder multiplicador se debilita por diversos mecanismos: la introducción de cupos de exportación (carne vacuna), la elevadísima presión tributaria (retenciones), el encarecimiento de insumos y partes por las trabas a la importación, entre otros.

Además, no todos los dólares extras quedan en el país, ya que la brecha cambiaria genera malos incentivos en materia de facturación de exportaciones e importaciones. Justamente, la falta de confianza hace que, pese a una diferencia cercana al 80 por ciento entre el dólar libre (CCL) y el oficial, la demanda no ceda, lo que lleva al Banco Central de la República Argentina (BCRA) a intervenir para contener la brecha cambiaria.

La fuga de capitales que fue contra las reservas del BCRA promedió los 150 millones de dólares por mes hasta junio, pero ya en julio esa cifra estaría llegando a 250 millones de dólares, lo que equivale en términos anualizados a 0,7 por ciento del PIB. Es una filtración que no sólo resta reservas del BCRA, sino también debilita la demanda agregada.

La mayor demanda de dólares en los mercados libres verificada en julio parece responder a la percepción de un gobierno dispuesto a apelar a la emisión monetaria, sin reparar en las consecuencias.

La emisión de origen fiscal había registrado un promedio mensual de 41.300 millones de pesos en el primer semestre, pero esta cifra se cuadruplicó, hasta 158 mil millones de pesos, en lo que va de julio. Dado lo precario de las anclas que intentan poner freno a la inflación, esta movida importa riesgos que deberán calibrarse en meses venideros.

No se trata de procesos que vayan a eclosionar en lo inmediato. Pero al ser instrumentos recurrentes de 10 años de estanflación, alimentan la percepción de un escenario de deterioro secular. Y no es una cuestión de expectativas, sino de hechos palpables.

Un indicador simple para reflejar la evolución de la clase media es el tamaño del mercado automotriz. En la Argentina, el patentamiento de vehículos cero kilómetro registró en el primer semestre de 2021 un promedio mensual de 35.300 unidades, una merma de 47,3 por ciento respecto del promedio de los años 2012 a 2019. No toda la región sufrió esa debacle: en Brasil, la caída fue de 26,5 por ciento y en Uruguay hubo una mejora de 2,9 por ciento en el período de referencia.

Tradicionalmente, el mercado automotriz argentino ha sido el más voluminoso en términos per capita de la región, pero tras la década de estanflación esto también forma parte del pasado. Si se anualizan los datos del primer semestre, se tiene que las ventas de cero kilómetros en nuestro país equivalen a 9,2 unidades cada mil habitantes, cuando en Brasil y en Uruguay esa relación es actualmente de 10,1 y de 15,1 cada mil, respectivamente.

* Economista, vicepresidente del Ieral