El peso de nuestra crisis económica
La evolución de la recaudación impositiva de la provincia de Córdoba permite observar que la actividad económica parece recuperarse respecto del parate de 2020, impuesto por la extensa cuarentena, pero sigue por debajo de los números previos a la crisis que se desató en 2018.
Como hemos dicho en otras oportunidades, a partir de diferentes indicadores, lo que sucede en la provincia es fiel reflejo de lo que ocurre en el país, con sus más y sus menos.
En concreto, la recaudación provincial del primer semestre de 2021 muestra un resultado positivo respecto de 2020. La actividad económica impacta directamente en dos impuestos clave: el IVA, que llega con la coparticipación federal, e Ingresos Brutos, el impuesto provincial más importante.
Como la Provincia trató de preservar a la economía local de los confinamientos desde noviembre del año pasado hasta las restricciones que se impusieron a comienzos de junio, hubo una interesante recuperación.
Pero en la comparación interanual, de junio a junio, los ingresos totales experimentaron un incremento de apenas 10 por ciento. Por eso, si nos retrotraemos a junio de 2018, cuando se inició la recesión económica tras la fuerte devaluación de abril de aquel año, los ingresos provinciales cayeron un 11 por ciento en términos reales.
Esta es la interpretación más correcta que amerita la situación. Para tomarle el peso a nuestra crisis económica, hay que volver a los primeros meses de 2018, cuando las autoridades de entonces, luego de reconocer que no se podrían cumplir las metas de inflación fijadas por el Banco Central, debieron aceptar que se les cerraran los mercados de crédito y se acelerara la devaluación de la moneda.
En ese contexto, el cierre casi total de la economía que significó la cuarentena del año pasado –que se aplicó a todo lo largo del país y durante muchos meses, aun en lugares y momentos en los que no era necesaria– sólo fue la gota que colmó el vaso de infinidad de comercios y de microemprendimientos, de pequeñas y medianas empresas, que se vieron forzados a cerrar.
El mercado inmobiliario comercial hace tiempo que arroja números preocupantes: mes a mes, aumenta el porcentaje de locales desocupados, la mora en el pago de los alquileres e incluso la cantidad de inquilinos que hacen sólo un pago parcial.
El retroceso de las ventas minoristas, que también ronda el 10 por ciento respecto de 2019, es otra constante. El pesimismo, entonces, abunda: un 67 por ciento de los comerciantes cordobeses manifestó recientemente que su situación oscila entre regular y mala. En consecuencia, los cierres de negocios continuarán.
Por cierto, las señales que llegan desde la Nación son desalentadoras. Con tanto intervencionismo económico, restricciones sanitarias, alta presión tributaria, las exportaciones trabadas y un relato en el que empresarios, inversores y productores son los malos de la película, nuestra crisis sólo puede agravarse.