La antipática paradoja de los salarios bajos

Es difícil y también incómodo buscar un costado positivo en el acelerado deterioro que han experimentado los salarios en la Argentina desde la corrida cambiaria de 2018. El salto que pegó el valor del dólar en esta parte del mundo deshilachó los bolsillos ya atormentados por la inflación.

El empobrecimiento generalizado provocó un fuerte achatamiento en la pirámide de ingresos, a punto tal que la mitad de las personas con alguna ocupación (sea formal o informal) ganaban menos de 30 mil pesos mensuales en el primer trimestre de este año, es decir, el equivalente a menos de 320 dólares (en ese período, el tipo de cambio oficial promedio era de 94 pesos).

Es probable que esa situación haya experimentado una muy leve mejoría en el segundo trimestre, por efecto de paritarias y del dólar pisado. Igual, hay un fenómeno que conserva su traje de certeza: en el mar de precios relativos, hace rato que la pérdida de poder adquisitivo es más que una sensación térmica.

La pregunta es si hay un rescoldo de oportunidad en esta extensa zona de cenizas. Suena antipático, pero la paradoja fue expresada sin anestesia por la economista Marina Dal Poggetto durante el reciente encuentro anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (Acde): “La principal ventaja competitiva que tiene la Argentina es haber destruido los salarios”, dijo la titular de la consultora Eco Go.

En Córdoba, uno de los economistas que sigue de cerca este fenómeno es Marcelo Capello, del Ieral de Fundación Mediterránea. Su parámetro es el salario industrial medido en dólares, uno de los indicadores que tiene en cuenta cualquier empresa que produce bienes transables y que debe competir con firmas de otros países.

El punto no es menor: Argentina necesita recomponer de manera urgente su dinámica exportadora para aumentar la cantidad de ductos que traen dólares, un engranaje fundamental para poder sostener la recuperación productiva y también salarial.

Hoy por hoy, con las ojeras del almanaque electoral, el Gobierno está mirando sólo una parte de lo que abarca la recuperación del poder adquisitivo.

En el tiempo

Evolución del salario industrial promedio en Argentina, medido en dólares. Sector privado registrado.

En 2002, con la devaluación que implicó salir del esquema de convertibilidad, el salario promedio industrial pasó de 1.000 dólares a 330 dólares. Un descenso meteórico.

“Por supuesto, con un nuevo tipo de cambio y con esos salarios, se generó un alto superávit comercial. Recién en 2008 se volvió al nivel de 1.000 dólares y el superávit seguía, pero ya fuertemente influido por un alto precio de nuestras exportaciones”, repasa Capello.

Luego vino otra etapa, que fue buena desde el punto de vista salarial (se rozaron los 2.000 dólares en 2015), pero con costos muy diferentes, porque cuando empezaron a desinflarse los altos precios de la soja, quedaron expuestos los problemas de competitividad, y volvió el déficit comercial y fiscal.

La corrida cambiaria de 2018 marcó un nuevo punto de quiebre y el salario industrial (siempre medido en dólares) empezó a retroceder. ¿Hasta qué escalón? Capello calcula que ronda los 1.100 dólares con tipo de cambio oficial o 700 dólares si se toma la cotización informal.

Si bien no descendió al subsuelo de 2002, es por lo menos la mitad de hace cinco años. A priori, parecen estar dadas las condiciones para dinamizar las exportaciones con valor agregado.

Sin embargo, no aparecen señales contundentes en este sentido. Incluso, más allá de retenciones casi perpetuas para el agro, hay decisiones poco virtuosas, como las que involucran a la carne vacuna.

“El proceso no se termina de concretar, por muchas otras variables locales que no invitan a vender al exterior”, apunta Capello, para quien el clima de desconfianza juega un papel demasiado importante en las inversiones, un contexto en el que poco y nada ayudan los repetidos malabares de un oficialismo en el que tiene más peso el ala colonizada por un sesgo antiexportador.