Cecilia Dopazo: La TV de los ’90 retrataba la adolescencia de modo más superficial

Cecilia Dopazo es, para muchos espectadores de ciertas generaciones, la chica pecosa de Clave de sol, la intrépida de Caballos salvajes, la rebelde de Tanguito. Después de cierto tiempo alejada de las pantallas, la actriz vuelve a estar en escena y en varias pantallas.

Es parte de El mundo de Mateo, serie policial que este jueves estrena su segunda temporada por Flow; también participó en los nuevos episodios de Pequeña Victoria, que se verá pronto por Telefe y lleva adelante en el teatro Piccadilly de Buenos Aires una comedia junto con Patricia Palmer. De todo eso habla en esta entrevista y de una decisión que en un mundo del espectáculo ideal sería un dato menor pero que en el actual es todo un tema para las actrices: dejarse las canas.

En El mundo de Mateo, Cecilia interpreta a Celina Ávalos, la madre de un joven que aparece asesinado y cuyo crimen abre la historia de la ficción. “Era un personaje muy dramático, que vive la peor pesadilla para cualquier ser humano, la muerte de un hijo. Estaba en un lugar de mucha tristeza y de algún modo de víctima impotente frente a la situación”, comienza la actriz.

“Es una mujer que hizo lo que hace cualquier ciudadana, esperar a que se haga justicia y encuentren al asesino de su hijo. Como eso no sucede, se vuelca a los medios, como tanta gente”, agrega.

Serie

–¿Cobra más protagonismo tu personaje en esta temporada?

–Este año, mi personaje cobra más importancia porque tiene una motivación tan grande para encontrar al asesino de su hijo que toma cartas en el asunto y empieza a investigar ella. La otra persona implicada es el personaje de Fernán Mirás (porque su hijo es el acusado del crimen) y está tan motivado como ella. Ambos inician un camino para recorrer las pistas para llegar a la verdad y se van encontrando con una red de corrupción y de gente que va tapando lo que pasó. Al ser un policial no se puede contar mucho más, hay que transitarlo a través de los ojos de los personajes.

–Es un personaje difícil, atravesado por un drama mayúsculo. ¿Pensaste en referentes reales para crearlo?

–No tiene nombre lo que le pasa, un hijo que se muere va contra la naturaleza, contra lo esperado, es una tragedia, el dolor más grande para una persona. Cuando me llegó la propuesta lo dudé, porque nunca había tenido que enfrentar esta situación como actriz y me impresionaba mucho. Pero estaba tan bien escrito el guion que decidí que quería pasar por la experiencia, el desafío. En mi imaginario, aparecían las madres del dolor y Marita Verón, alguien tan aguerrida y fuerte. Ella era un gran referente, no para imitarla ni mucho menos, sino como referente claro de alguien que pasó por eso y que tiene una personalidad dura, intransigente, inclaudicable. Si bien mi personaje tiene impotencia, no se muestra como víctima ni vulnerable, sino todo lo contrario.

–”El mundo de Mateo” muestra también muchas facetas del mundo adolescente. Vos trabajaste en ficciones como “Clave de sol” que abordaban la adolescencia de otras épocas. ¿Cómo crees que cambió la manera de las ficciones de retratarla?

–En esa época, la televisión y la mayoría de las películas de Hollywood se ocupaban de retratar la adolescencia de modo liviano, más superficial. Se retrataba lo que tenía que ver con la amistad (la buena amistad) en comedias o relatos más blancos, donde no había demasiado claroscuros, se ponía el acento en lo luminoso. En los ’90, era así. Recuerdo Clave de sol, en la que actué, pero también Montaña rusa, las producciones de Cris Morena. Todo era alegría. Después, se empezó a hablar, entrados los 2000, de temas más serios, como el bullying, que además adquiere una gravedad mayor a partir de las redes sociales, porque sabemos que no hay a dónde escapar. Se empieza a hablar desde la ficción y se pone en agenda.

–También grabaste para los nuevos capítulos de “Pequeña Victoria”, ¿Cómo fue esa experiencia?

–Muy linda, es una coproducción de Telefe y Amazon con la productora de Daniel Burman. Es otro género, la comedia par toda la familia. Me invitaron a hacer un rol divertido, que tiene un guiño a mi historia personal: es una actriz que ha tenido mucha popularidad en los ’90, en una serie para adolescentes. El personaje de Juliet Díaz tiene una agencia de representaciones y la quiere representar, pero hay una serie de malentendidos y situaciones cómicas en las que se ven envueltos los tres. Me encantó hacer eso. Esa experiencia requería delo opuesto a El mundo de Mateo: comicidad y capacidad lúdica. Fue muy lindo para mí porque hice las dos al mismo tiempo.

En teatro

–Reabrieron los teatros en Buenos Aires y estás actualmente presentando una obra. ¿Cómo ves los efectos de la pandemia en las artes escénicas y otras presenciales?

–Estoy con una comedia negra, Radojka, el nombre serbio de “mujer”. Es una mujer de 90 años que cuidan dos cuidadoras, Patricia Palmer y yo. Y por una situación determinada tienen el peligro de perder el trabajo y urden un plan disparatado para conservarlo. Es una comedia muy bien escrita, redondita, con buenos puntos de giro, que provocan risa y sorpresa en el espectador. Nos encanta percibirlas desde el escenario, a través del barbijo se escuchan las onomatopeyas de la gente. Estamos al 50 por ciento de aforo y protocolos. Era necesario que volviera el teatro, para recuperar el trabajo y para nosotros como espectadores para ver a compañeros, para el público en general. Es una situación que en este momento de preocupación y en el que estamos todos con la cabeza golpeada por la pandemia es necesaria, importantísima, quizá no esencial, pero importante. La salud está compuesta de un montón de factores, por supuesto que lo respiratorio es esencial y con el Covid tiene más relevancia, pero no hay que descuidar los otros órganos y la salud mental, que logra su equilibrio con muchas cosas: el vínculo con los demás, la gimnasia, la recreación y acercarse a hechos artísticos que renuevan la visión sobre las cosas. Es nutrición para el alma.

–Dejaste de teñirte y en una entrevista lo señalás como una “liberación”. ¿La tele se banca mujeres con canas?

–En un tiempo te contesto, el tiempo dirá si hay un cambio en la sociedad y hay lugar para trabajar con el pelo blanco, que no deja de ser un color. Hasta hace poco (y todavía) tiene una connotación negativa en grandes sectores de la sociedad. Se entiende, es algo cultural, el blanco se relaciona con la vejez. Por un lado, es verdad que uno se tiene que hacer cargo de la edad que tiene, pero aparece una cuestión genética: hay personas de la tercera edad que no tienen canas y hay gente de 20 que las tiene. Yo tenía canas a los 16 años. Lo mío fue un acto de desesperación, de no bancarme ir a la peluquería a cada rato. Fue un acto de arrojo pero con gran miedo de no volver a trabajar ni a ser convocada. Sin embargo, en lo laboral, nunca trabajé tanto al mismo tiempo. Cada vez que me llamaban, aclaraba: estoy con el pelo blanco, puedo igual trabajar con peluca como actriz, sin problemas. Pero en los tres casos tuve la suerte de que dramáticamente jugaba bien el pelo. Así que lo sumamos a favor.

Para ver

El mundo de Mateo. Por Flow desde el jueves 1º de julio. Con Renato Quattordio, Fernán Mirás, Cecilia Dopazo y Luciano Cáceres. Dirección de Mariano Hueter.