Para recuperar empleo, hay que resembrar empresas

El último año en el que creció la economía argentina fue 2017: 2,8 por ciento. Aunque es un espejismo, si se tiene en cuenta que el serrucho del stop and go arrancó en 2012. De hecho, en 2016 el producto interno bruto (PIB) había caído 2,1 por ciento, por lo que el alza del período siguiente fue una reacción traccionada por un año electoral.

En ese momento, nadie imaginaba lo que vendría. Tanto que el macrismo, envalentonado por el triunfo en los comicios de medio término, se aventuró a sembrar la primera semilla de la crisis: el gobierno de entonces empujó al Banco Central a relajar las metas de inflación.

La bomba de tiempo estalló 118 días después, desde las oficinas de JP Morgan, con un pedido de salida de Lebac y compra de dólares por más de 800 millones de billetes verdes. Ya no habría vuelta atrás. Y lo mismo ocurriría con el mercado de trabajo.

En el tobogán

En el primer trimestre de 2018, el empleo registrado en el sector privado había tocado un nuevo pico: eran alrededor de 6,5 millones de asalariados a nivel nacional y un promedio de 520 mil en Córdoba.

En mayo de 2020, según los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (Sipa), en la provincia se contabilizaron 472.900 puestos privados, es decir, 47.100 menos que casi un año y medio antes. Fue el piso que se tocó en la etapa dura de la cuarentena por la pandemia.

La cifra se elevó a 480.200 en marzo pasado, por lo que se recuperaron 7.300 empleos privados formales en 10 meses y no se está lejos del nivel previo a la irrupción del Covid-19. Pero todavía queda por reintegrar al trabajo privado registrado a casi 40 mil personas, sin contar a quienes en 2018 ya estaban en la informalidad o desempleados.

Si esa fuera una meta, ¿en cuánto tiempo se podría alcanzar? Son cada vez más las voces que advierten sobre el lento proceso de recuperación del empleo en economías jaqueadas por su debilidad macroeconómica previa a la pandemia y atravesadas por la transformación tecnológica.

Si el ritmo fuera el que se observó en los últimos meses, recién en el segundo semestre de 2025 terminaríamos de salir del pozo y volveríamos al escalón laboral de 2018.

Por cierto, es un ejercicio teórico. Podría (y debería) ser antes, si el proceso de vacunación mejora y resucitan actividades como la hotelería y el turismo. Igual, hará falta mucho más que eso.

Señales contradictorias

El escenario, cuantificado en el tiempo, debería orientar las políticas públicas para acelerar la recuperación en toda su amplitud, pero persisten las señales contradictorias, incluso a pesar de que el músculo del empleo privado es vital para un Estado deficitario que mantiene un amplio sistema de seguridad social.

Pandemia de por medio, menos del 20 por ciento de la fuerza laboral interviene en empleos de productividad media o alta y le aporta al fisco. Por eso, el economista Eduardo Levy Yeyati insiste en que la llave para salir de las crisis cíclicas de la Argentina está en el mercado laboral.

Sin embargo, en los pliegues del ala más dura del oficialismo (y también en muchos otros sectores de la sociedad) hay una insólita cosmovisión sobre el valor que crean las empresas y el rol de sus responsables. Una remake destemplada del “combatiendo al capital”, en la que danza, por ejemplo, el proyecto para suspender por seis meses la constitución de Sociedades por Acciones Simplificadas (SAS).

Para que el crecimiento vuelva a esta parte del mundo, es clave que haya más empleo privado. Y para eso, además de mejorar el entorno, hay que aumentar la cantidad de compañías para multiplicar oportunidades, salir de la tenebrosa fase de descapitalización y mejorar las chances de crear más riqueza para distribuir.

Se calcula que el año pasado desaparecieron alrededor de dos mil empleadores en Córdoba. En la base de datos de la Unión Industrial Argentina (UIA) se registra, desde 2018, la caída de 30 mil en todo el país.

Lo triste es que no sólo mueren muchas empresas, sino que además nacen relativamente pocas, con una alta concentración en grandes aglomerados urbanos y muy pocas con perfil exportador.

Resembrar y fertilizar en este suelo debería ser una política urgente de Estado para que, más temprano que tarde, veamos los frutos del empleo.