Inflación, estanflación y ahora ¿“desemflación”?
La omnipresencia de una inflación de dos dígitos en la economía argentina es tal que todo lo que nos ocurre es siempre con ella. Crecer, decrecer o estancarse son como satélites que giran alrededor del planeta inflación.
Hemos conocido también sus variantes más significativas: estanflación, deflación y desinflación. Pero parece que hay lugar para algo nuevo: la “desemflación”.
El neologismo, mencionado días atrás por el economista Lucas Navarro en una charla virtual de la Bolsa de Comercio de Córdoba, fue acuñado por el chileno Felipe Morandé, quien se desempeña como embajador de su país ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde).
En el reciente informe de Perspectivas Económicas que presentó en París, el organismo trazó un diagnóstico de la situación actual y mostró sus proyecciones, que mejoran a nivel general, pero con muchas disparidades y un sendero complejo para las economías más débiles.
Morandé apunta a un proceso en el que el fenómeno inflacionario que desató la pandemia por las medidas de expansión fiscal se combina con una lenta recuperación del mercado laboral. Argentina entra en ese cuadrante.
“Lo que dice Morandé es que, aun con reactivación, viene muy atrás la respuesta del empleo. Varias cosas se combinan: hay nuevas tecnologías que están suplantando puestos de baja calificación; hay personas en condiciones de trabajar que no están buscando empleo por efecto desaliento; en Argentina, además, hay una crisis de expectativas que bloquea inversiones para generar empleo”, explica Navarro.
A ese cóctel se adosa la puja salarial para recuperar parte del poder adquisitivo arrasado por la devaluación y por la suba de precios. Algunas paritarias ya le torcieron la muñeca al 29% anual con el que soñó el ministro de Economía Martín Guzmán. Entre ellas, está la que cerraron Cristina Kirchner y Sergio Massa en el Congreso, que gatilla una suba de 40% en cuatro tramos y que impacta en las dietas de senadores y diputados.
El punto no es menor desde lo político: para el analista Andrés Malamud, esto confirma que, si bien hoy estamos envueltos en la nube pandémica, las cartas electorales se siguen jugando en la economía, siempre y cuando la situación sanitaria sea controlable.
Con esa señal, no será extraño que el resto de los sindicatos se suba a ese loop, aunque muchos chocarán con las limitaciones en el sector privado.
Lo que viene ocurriendo en el segundo semestre ha trocado los ánimos. El efecto rebote, que la Ocde ubica en 6,1% de crecimiento del producto interno bruto (PIB) para este año, parece haber quemado toda la pólvora entre enero y marzo.
Si bien hay disparidades sectoriales, la segunda ola pandémica y las ventanas de confinamiento vuelven a poner un freno brusco. En abril, el consumo minorista había crecido casi 50% interanual en Córdoba (semejante salto se explica por la inédita caída que tuvo la actividad un año atrás, en la fase dura de la cuarentena), pero quedó 5% debajo de igual mes de 2019.
En mayo volvió la “normalidad”: descenso de 14% (-9,4% frente a igual período de 2019). A nivel nacional, la recaudación por IVA fue 8% menor que la de abril. Flota la sensación de otro invierno para el olvido y la seguridad de un año que será mejor que 2020, pero definitivamente malo.
Mientras boquea por la crisis sanitaria y la errática gestión de las vacunas, el Gobierno ha retapizado el escenario de debacle económica con un ajuste diluido bajo el manto inflacionario, mayor presión fiscal y medidas de corto plazo, la mayoría de corte intervencionista y con privilegios sobre el Gran Buenos Aires, para torcer el ánimo de los bolsillos.
¿Le alcanzará? Un dato sensible escapa de la boca de muchos críticos del oficialismo: si el cuadro sanitario mejora, incluso con un margen muy estrecho, el oficialismo toma aire de cara a las elecciones legislativas.
Cualquiera sea el resultado, la única certeza es el lastre de todo lo que se patea hoy y que, se supone, se deberá corregir mañana. Si eso no ocurre, salir de la “desemflación” de la que hablan Morandé y Navarro será un doloroso y largo camino.