El confinamiento “stop and go” y las piedritas en el laberinto

Atrapado por una debilidad sistémica que la pandemia empujó hacia el subsuelo, el Estado argentino no termina de acertar el recorrido que lo libere de un abrumador laberinto, que cada tanto vuelve a oler a default.

El camino más corto, que supone cumplir con los compromisos asumidos en tiempo y forma, conlleva costos demasiado altos para una caja con pocos dólares y tironeada por las cuatro esquinas.

Por caso, el inminente vencimiento de 2.400 millones de dólares con el Club de París implica “quemar” en esa transferencia prácticamente todos los billetes verdes que el Banco Central logró retener como reservas en lo que va del año.

Un detalle, más allá del cepo cambiario: hay una enorme dependencia del agro en la generación de divisas comerciales, a punto tal que, por cada dólar que facturan las exportaciones de manufacturas industriales, el sector granario pone 2,1. “Es la brecha más alta en más de 30 años”, reveló el economista Juan Manuel Garzón.

Y si bien inciden los altos precios de las commodities agrícolas, cansa el sesgo ideológico de la coalición oficialista sobre un sector que está ayudando a estabilizar las condiciones macroeconómicas.

Pero la fragilidad es tal que el propio presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán, volvieron a peregrinar una moratoria ante líderes europeos.

Aun con la proclama futbolera del kirchnerismo duro, que sugiere repetir la fórmula gauchesca de incumplir los pagos, hay un dato crucial que marca diferencias con otros pedidos de indulgencia.

A las ya clásicas garantías de conducta fiscal y de cómo hará el país para cumplir más adelante las promesas de pago quebrantadas ahora, se suma la coyuntura de la vacunación.

No en vano Fernández le relató a distancia a su par alemana, Angela Merkel, su versión sobre el avance del plan doméstico de inoculación, cuya demora derivó en un confinamiento exprés que, incluso con una eventual modalidad de stop and go, no deja de ser un repliegue hacia los confines de la incertidumbre.

El costo sanitario y económico de la nueva ola de Covid-19 es una incógnita tan grande como el daño que está provocando. Pasados los feriados, todos los días hubo reclamos de sectores “no esenciales”.

Bajo presión, en muchas localidades los intendentes tuvieron que acordar flexibilizaciones. En otras, estas ocurrieron de hecho. Y es que los efectos del aislamiento son transversales a varios sectores socioeconómicos que exceden el cada vez más amplio universo del cuentapropismo. Nadie quiere volver a la versión 2020, pese a que los indicadores sanitarios son alarmantes.

El Ieral de Fundación Mediterránea, que conduce Marcelo Capello, calcula que, “en un escenario pesimista de confinamiento extra, el costo fiscal de una eventual ampliación del paquete de medidas ‘Covid’ llegaría a 2,1 por ciento del producto interno bruto (PBI), frente a 3,4 por ciento erogado” el año pasado.

La pregunta de siempre es cómo se financiará. En 2020 fue casi pura emisión, y la inflación actual está pasando factura.

Fase dos

Así como en su momento la renegociación de parte de la deuda fue una condición necesaria pero insuficiente para salir de la crisis económica, con la vacunación pasa exactamente lo mismo.

Superado el trance, porque alguna vez pasará (ojalá más temprano que tarde), lo urgente debería ceder paso a lo importante. La fase 2 es volver a crecer y a generar desarrollo sustentable e inclusivo.

En una charla empresarial impulsada por la Agencia de Desarrollo Económico de la Ciudad de Córdoba (Adec), como actividad paralela en el marco del Quinto Foro Mundial de Desarrollo Económico Local, que se realiza desde la capital provincial, el presidente de Toyota, Daniel Herrero, dijo que “Argentina es viable”, pero aclaró: “Hay que trabajar para eso”.

Puso un ejemplo que, si bien apunta al corazón de la industria automotriz, le habla al resto. Contó que un paragolpes vale hoy 80 dólares; un sistema de audio, 500 dólares, y un sistema de seguridad con sensores, alrededor de 800 dólares.

“Si queremos seguir siendo una industria fuerte y generadora de empleos a futuro, tenemos que dejar de pensar un poquito en los paragolpes y empezar a pensar en esas tecnologías que ya se usan en el mundo. Tenemos que pensar en ese futuro nuevo de la movilidad (los vehículos eléctricos) y en cómo reconvertimos los empleos”, añadió.

En eso está, por ejemplo, Rafael Ibáñez, de la tecnológica cordobesa IncluIT, que destina buena parte de su tiempo a una fase esencial y previa a crear empleo, que es generar empleabilidad y activar talentos, en especial en comunidades en las que faltan oportunidades asociadas a las nuevas tecnologías: los desarrollos en Mina Clavero, en Catamarca o en La Rioja marcan un camino.

En ese mismo foro, Mario Barra, de Vates, habló de “capacitar, capacitar, capacitar y recapacitar”, como si fuera una plegaria o las piedritas que hay que dejar en el laberinto mayor para no volver a perderse.