¿Por qué sube la carne?: las exportaciones no son un factor determinante

El Mercado de Hacienda de Liniers, donde cada día se comercializan miles de cabazas vacunas, es uno de los lugares de referencia clave para saber la evolución del precio de la carne en Argentina. 

El martes pasado fue noticia: el precio del novillito de hasta 390 kilos, principal categoría que se consume en Argentina, por primera vez en la historia superó los 200 pesos por kilo vivo. 

Ese es el precio que pagan los frigoríficos por los animales que luego faenan para producir las medias reses y los cortes que envían a carnicerías y supermercados para abastecer la demanda interna.

Los 210 pesos como máximo que se pagaron por los novillitos el lunes constituyen una suba del 7,4 por ciento en una semana y del 17 por ciento en lo que va del año, ya que en los primeros días de enero la cotización se ubicaba en torno a los 180 pesos.

Estos datos constituyen un punto de partida para entender cómo se conforman los valores de la carne, en el marco de la polémica que se generó en las últimas horas luego de que la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, amenazara con cerrar las exportaciones de cortes bovinos si los valores para el mercado interno no frenan la escalada alcista. 

Si bien la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, intentó bajarle el torno a las declaraciones al afirmar que la medida no está todavía en discusión, las palabras de Español generaron reacciones negativas en el agro: Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) la acusó de “decadencia intelectual” y la Sociedad Rural de Río Cuarto dijo que son “viejas recetas de probado fracaso”.

“Feedlots”, en rojo

Pero la realidad es que los motivos de por qué sube la carne hay que buscarlos desde el inicio de la cadena: en los feedlots que llevan a los terneros a peso de faena.

El primer sacudón fue a partir de que comenzó la fuerte suba del dólar luego de las elecciones primarias de 2019: en el campo, el ternero se considera un refugio de valor porque, a la larga, el precio de la carne suele acompañar las evoluciones del tipo de cambio. Por lo tanto, cuando comenzó a haber exceso de pesos con la buena cosecha del año pasado, se incrementó el interés por comprar terneros como forma de “ahorro” en moneda estadounidense.

Eso encareció el valor y complicó a los que se dedican a engordarlos: en los
feedlots
estiman que, para que el negocio de llevar un ternero de 200 kilos a un novillito de 380 kilos sea sustentable, el valor del primero debe superar por no más del 10 por ciento al segundo. En la Sociedad Rural de Jesús María, el último lunes, el remate semanal arrojó un precio de 250 pesos para los terneros, un 25 por ciento por encima de los novillitos.

A la par, el segundo sacudón comenzó a mediados del año pasado y todavía continúa: el maíz, principal insumo para la alimentación de los animales, duplicó su precio.

El resultado es que, según el consultor Ignacio Iriarte, hoy cada ejemplar engordado en un feedlot
significa una pérdida de 4.481 pesos

Menos faena

La consecuencia, afirma Iriarte, es que al estar tan caro engordar un animal, los engordadores achican su actividad: el ingreso de hacienda a los corrales se redujo 32 por ciento en el arranque de 2021.  

Esa tendencia lleva varios meses y se vio en el primer trimestre, con una reducción de los niveles de faena. Según la Cámara de Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra), entre enero y febrero la actividad de los frigoríficos se redujo 2,2 por ciento, pero la caída es del 6,6 por ciento corregida por el número real de días laborables. 

En Córdoba, los datos de la Asociación de Frigoríficos e Industriales de la Carne (Afic) muestran un achique del 8,6 por ciento y el menor nivel de actividad desde 2009.

Para Daniel Urcía, director de Afic y presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (Fifra), esta restricción de la oferta es el principal factor que impulsa a los precios. “¿Por qué los autos usados han subido muchísimo? Porque no hay entrega de cero kilómetros”, compara. 

Según Urcía, además de encerrar menos animales, muchos establecimientos lo que están haciendo es aumentar lo que se denomina las “recrías” a pasto, para disminuir las erogaciones en maíz. Pero eso lleva a que el ternero tarde más tiempo en convertirse en un “gordo” para faena, actuando también como un factor que ajusta la oferta. 

“Empiezan a manifestarse las recrías largas a campo, motivo por el cual la oferta de animales de consumo se encuentra disminuida. Por ello, y a pesar de la escasa demanda del mercado interno, los precios no ceden”, coincide Ciccra en su último informe mensual

Comercio exterior

“Acá lo que necesitamos todos son señales para producir más y la única señal que apareció fue una amenaza”, se queja Urcía, en referencia a la posibilidad de prohibir exportaciones expresada por Español.

Para el analista económico especializado en temas agropecuarios, Salvador Di Stéfano, si esta medida se pusiera realmente en vigencia, el Gobierno “se pegaría un tiro en el pie”, porque no lograría disminuir el valor de la carne, a la vez que cortaría un importante flujo de divisas, necesarias en un contexto de sequía en el Banco Central de la República Argentina (BCRA).

Como primera medida, cabe recordar que lo que se exporta es alrededor del 30 por ciento de la producción. Es decir, que el principal mercado para los frigoríficos sigue siendo el interno.

Además, la mayoría de lo que se envía afuera en Argentina no se consume. El 75 por ciento viaja a China, que demanda cortes que ningún carnicero vendería a nivel local por su baja calidad: son en general de vacas viejas, con mucha grasa y más duros que los que acostumbran los paladares argentinos, acostumbrados a los novillitos. 

Y lo que se va a Europa son cortes premium, como lomo, bife ancho o peceto, de novillos de más de 500 kilos, que históricamente en Argentina han sido más caros que los cortes “tradicionales” como el asado o la nalga para milanesas.

“Las exportaciones de carne vacuna argentina al exterior sumaron 2.750 millones en el año 2020, una suma nada despreciable si se tiene en cuenta que las reservas líquidas netas del Banco Central son negativas. Cerrar estas exportaciones es tirarse un tiro en el pie”, considera Di Stéfano.

Por eso coincide en que para bajar el precio de la carne lo que hay que generar es una política de Estado para que los criadores tengan incentivos para producir más terneros, o que los engordadores tengan alguna ayuda fiscal para sumarles más kilos a los animales, de manera de incrementar la oferta. 

“Se puede producir más kilos con menos animales, pero para eso, pasados los 300 kilos, los empresarios deberían dejar de pagar impuestos”, sugiere Di Stéfano. 

Y añade: “Para invertir tiene que existir rentabilidad; para que ello ocurra la porción que el Estado se lleva de los negocios debe ser menor”. 

Al respecto, oportunamente la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada) volvió a compartir un cálculo que hizo a fines del año pasado en el que muestra que nada incide en el precio final de un kilo de carne como los impuestos. De cada 100 pesos que paga el consumidor, 29 pesos se los queda el Estado, más que cualquier eslabón de la cadena cárnica.

Del mismo modo, el mercado ganadero de Rosario (Rosgan) en su reporte semanal hizo hincapié en la pérdida de poder adquisitivo. El año pasado, cada argentino demandó aproximadamente 108 kilos de carnes (bovina, porcina y aviar) que, valuados a los precios promedio relevados por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), significa un gasto de 28.100 pesos, 45 por ciento por encima de los 19.500 de 2019.

Del otro lado, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), el ingreso promedio per capita subió sólo 18,4 por ciento, de 16.485 pesos a 19.524 pesos. El cálculo de Iriarte es que, en moneda constante, el gasto en carne actual de una familia es 13 por ciento inferior al de una década atrás

“Es entonces cuando debemos preguntamos: ¿Cuál es la verdadera causa de la caída en el consumo? ¿Falta oferta o falta capacidad de compra? Una pregunta cuya respuesta pareciera tener un alto costo de sinceramiento que, por el momento, no se pretende asumir. Limitar las exportaciones en defensa del consumo interno pareciera tener una mayor resonancia en términos electorales, en especial sobre aquellos sectores que se intenta retener. Sin embargo, esta falta de sinceramiento podría llevarnos nuevamente a una historia conocida, cuyos resultados aún los estamos sufriendo”, lamenta el Rosgan.

Para Urcía, otro aspecto que no debe soslayarse es que, más allá de cualquier especulación política o económica, el precio local de la carne vacuna es el más barato entre los países de Sudamérica y que, sobre 102 naciones relevadas a nivel mundial, Argentina es uno de los 10 que tiene el valor más bajo de este producto, según datos del Ieral-Fundación Mediterránea. 

EN ALZA. La carne sube más por factores endógenos que exógenos, según el director de la Asociación de Frigoríficos de Córdoba, Daniel Urcía. (LA VOZ/Archivo)