La “tokenización” del arte

Mike Winkelmann, un diseñador gráfico estadounidense que se hizo famoso en el mundo del arte digital con el nombre de Beeple, realiza desde 2007 una obra por día. Con ese caudal de imágenes pudo crear una pieza denominada Everydays – The First 5000 Days, un collage que utiliza cinco mil imágenes digitales generadas en los últimos 13 años.

La casa Christie’s vendió recientemente la obra por encima de los 69 millones de dólares.

Ese precio convirtió a Beeple en uno de los tres artistas vivos mejor cotizados en subastas, apenas por debajo de Jeff Koons y David Hockney, aunque lo más llamativo es que la pieza artística no existe en el mundo físico.

Qué es “NFT”

Algo empezó a cambiar y el secreto a la vista de todos (pese a que puede llevar un rato comprenderlo) se llama NFT, la sigla en inglés que designa a los tokens no fungibles. Se trata de identificadores únicos de propiedad para objetos no físicos, como puede ser el caso del arte digital, pero también un video, un audio, un gif o incluso un tuit.

Los NFT son activos criptográficos basados en blockchain, poseen códigos de identificación y metadatos que los distinguen entre sí y los convierten en algo único.

Es decir, algo que se puede coleccionar porque no hay dos iguales, a diferencia de criptomonedas como Bitcoin o Ethereum, que son idénticas e intercambiables.

El collage récord de Beeple es, precisamente, un NFT. Una pieza única como podría ser un Van Gogh guardado en la bóveda de un banco o el Guernica, de Picasso.

Es posible que quienes piensen que el arte debe ser algo palpable empiecen a sentir un ligero dolor de cabeza. Pero lo cierto es que, para los artistas digitales, los tokens no fungibles representan una revolución.

Las obras “tokenizadas” permiten que un artista, en cualquier parte del mundo, “acuñe” su NFT y genere una obra sin clones. Es decir, escasa. Es decir, vendible.

Autenticidad

Andrés Reisinger, un artista digital argentino radicado en Barcelona, compara el desembarco del token no fungible en su campo con el certificado de autenticidad que se suele emitir para obras físicas.

Hasta ahora, la compra de una obra digital resultaba bastante absurdo considerando que se podía copiar o descargar de internet.

El fenómeno acaba de rozar al resbaladizo artista conocido como Banksy. Su obra Morons (“Idiotas”) era una serigrafía que se burlaba del mundo del arte mediante la representación de una agitada subasta y una frase, escrita en mayúsculas, que resumía el mensaje: “No puedo creer que los imbéciles compren esta mierda”.

Un grupo de criptoinversores interesados en la pieza compró el cuadro, le prendió fuego durante una acción artística y lo “tokenizó” (recuerden este verbo, todo indica que lo usaremos con más frecuencia) generando una nueva obra denominada Banksy quemado.

La serigrafía había sido adquirida en 100 mil dólares. Unas semanas más tarde, el video que muestra el momento en que fue quemada dicha pieza se subastó en 400 mil unidades de la misma moneda.

El tiempo dirá si esta nueva tendencia se trata de una nueva fiebre del oro en modo cibernético, una burbuja tecnológica que se pinchará rápido o algo que definitivamente vino para quedarse.

Mientras tanto, la ola de los NFT parece imparable.

Everydays – The First 5000 Days