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Un gorila invisible en el agotador juego de la inflación

A finales de la década de 1990, los psicólogos Christopher Chabris y Daniel Simons impulsaron un experimento que involucró a estudiantes de la Universidad de Harvard, donde eran profesores.

Los alumnos salieron en busca de voluntarios, a quienes les exhibían un video de un partido de básquetbol. La premisa impartida era sencilla: tenían que contar la cantidad de pases que hacían los jugadores que vestían remeras blancas e ignorar las entregas de balón de quienes estaban con camisetas negras.

El video duraba menos de un minuto y apenas finalizaba se le preguntaba a los voluntarios cuántos pases habían contado.

El objetivo era que los observadores focalizaran su atención en una acción específica (los pases del equipo blanco) de todas las que se desarrollaban en la pantalla. Pero lo que en realidad interesaba era otra cosa.

En el video, una estudiante disfrazada de gorila entraba en escena cuando promediaba la filmación, se detenía algunos segundos entre los jugadores, miraba a la cámara y se retiraba.

La mayoría de los voluntarios contó con exactitud la cantidad de pases del equipo vestido de blanco. Sin embargo, lo curioso e inquietante fue que alrededor de la mitad no notó la presencia del gorila.

Cuando volvieron a mirar las imágenes, esta vez sin concentrarse en contar los pases, lo pudieron detectar. Algunos lo tomaron con humor, pero estaban atónitos. No podían creerlo. Otros se resistían y creían que les estaban mostrando un video distinto del original.

Publicado en la revista Perception en 1999, el experimento fue replicado bajo diferentes condiciones y con audiencias variadas. Al final, acumuló tal popularidad que Chabris y Simons plasmaron sus hipótesis y conclusiones en el libro El gorila invisible.

Daniel Kahneman (otro psicólogo), que en 2002 recibió el premio Nobel de Economía, opina que el estudio del gorila ilustra dos hechos importantes relativos a nuestra mente: “Podemos estar ciegos para lo evidente y ciegos, además, para nuestra ceguera”.

Nuestra economía parece ser un hábitat ideal para gorilas invisibles. El regreso poco glorioso a un nivel de inflación consolidado de dos dígitos ha combinado todo tipo de “pases mágicos” en los últimos años: desde la repudiable manipulación estadística a los oxidados controles de precios, pasando por la bomba de tiempo del atraso cambiario y de las tarifas adormecidas, entre otras jugadas de probada ineficacia. Tampoco nos fue mejor con un manual ortodoxo que nunca terminó de alinear las políticas monetaria y fiscal.

La bola de nieve no ha parado de crecer. El gorila sigue entre nosotros. Quienes lo ven no paran de lanzar advertencias; otros saben que está, pero lo tapan con sus deliberados silencios que justifican la perversa danza del déficit y la emisión; y algunos ni siquiera se dan cuenta, como si la ilusión monetaria mutara en una ilusión cognitiva.

El economista Diego Dequino escribió en su blog que “la evidencia de inflación reprimida es insoslayable: 30 meses consecutivos que los precios de los bienes y servicios determinados en condiciones libres de regulaciones y de estacionalidad (inflación núcleo) alcanzan un nivel de crecimiento interanual superior al del nivel general de precios”.

En Córdoba, el punto de quiebre ocurrió en diciembre de 2019. Desde entonces, la inflación general acumula aquí 69 por ciento, mientras que la “núcleo” está cinco escalones más arriba: 74 por ciento.

Dequino calcula que, a nivel nacional, hay un 5,5% de inflación reprimida, pero advierte que en los bienes y servicios con precios atrasados, el ajuste podría implicar correcciones de 15% a 25%.

Chabris y Simons aseguran que hay una forma probada de eliminar la ceguera por falta de atención: hacer que el objeto o el hecho inesperado (la inflación real es más alta) sea menos inesperado.

Pese a que se proyectan subas de precios mensuales menos dolorosas que en el primer semestre y que el Gobierno intenta que el foco atencional sea la (imperceptible) recuperación del poder adquisitivo, nadie sabe cómo hará el oficialismo para visibilizar al gorila sin provocar pánico.