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Se suman evidencias para cambiar el etiquetado

La Argentina está avanzando en el análisis de las opciones de etiquetado frontal de alimentos, con el fin de que los potenciales consumidores cuenten con más recursos a la hora de adoptar una decisión de compra.

El motor del cambio es la epidemia de obesidad y sobrepeso que se cierne sobre esta y otras sociedades. Pero, a pesar de ese impulso, el país está retrasado en comparación con otros de la región.

Estar rezagados no es bueno, pero ofrece una única ventaja: la posibilidad de analizar el impacto de las transformaciones implementadas en otros mercados.

Uno de los “laboratorios” es Chile, considerado pionero, a tal punto que las modificaciones que impulsó en el etiquetado de alimentos y bebidas son llamadas “el modelo chileno”. Consiste en la colocación de sellos en los envases de algunos productos, con forma de octógono en tamaño grande, con las siguientes advertencias: “alto en sodio”, “alto en grasas”, “alto en azúcares”.

Uruguay imitó la variante chilena, pero las empresas del rubro agrupadas en Argentina en entidades como Copal buscan evitar que se elija esa opción.

Alientan, en cambio, la instrumentación del denominado “modelo informativo” (en contraste con el de “advertencia”), que grafica con un semáforo de colores –en lugar de los contundentes octógonos negros– los datos de la composición nutricional en función de la porción sugerida.

Algunos sanitaristas cuestionan el esquema que sugiere Copal a la Secretaría de Salud de la Nación porque consideran que no es claro y porque alude a una porción que, para quienes tienen dificultades para disminuir el consumo de determinados alimentos ultraprocesados, es muy difícil de cumplir.

Las evidencias en salud son el resultado de años de investigaciones que involucran la medición de la reacción sostenida en el tiempo ante determinada manipulación o control de variables. Respecto de los resultados de los distintos modelos de etiquetado, no es abundante, pero tampoco inexistente.

Hace dos semanas, en la Conferencia de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición (Slan), que se realizó en Guadalajara, México, un grupo de instituciones presentó los resultados de los principales cambios verificados en Chile entre seis y 10 meses después de la implementación de su formato de etiquetado frontal.

Los datos expuestos fueron recabados y analizados por la Universidad de Chile, por la Facultad de Comunicación de la Universidad Diego Portales (también de Chile) y por el Programa de Investigación en Alimentos de la Universidad de Carolina del Norte, de Estados Unidos. La investigación fue financiada por Bloomberg Philanthropies, por IDRC Canada y por Conicyt Chile.

El trabajo señala que, a partir de los cambios en el etiquetado, en el país trasandino disminuyó la exposición de preescolares y adolescentes a publicidades de alimentos con la advertencia de “alto en” en televisión.

Asimismo, se redujo el contenido promedio de sodio y de azúcares de alimentos envasados, las personas reconocen mejor la calidad nutricional de los alimentos envasados tras la incorporación de los sellos de advertencia y son menores las compras de bebestibles y cereales de desayuno “altos en” en los hogares.

La necesidad de un cambio en la tendencia creciente de obesidad y sobrepeso es tan apremiante que la llegada de las primeras pruebas de efectividad en uno de los modelos que ha mostrado ser más contundente –aunque antipático para la industria– no debería obviarse.