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Los líderes del G20 aprueban por consenso el documento que pide atacar la desigualdad y trabajar por desarrollo sostenible

RÍO DE JANEIRO.- En el primer día de la cumbre del G20 en Río de Janeiro, el gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva consiguió un triunfo diplomático al aprobar por consenso una declaración de jefes de Estado que defiende acciones contra la desigualdad y el hambre, en favor de la transición energética y una reforma de las instituciones internacionales, los tres temas prioritarios para Brasil.

Reunidos en el Museo de Arte Moderno (MAM) de Río, los principales líderes del planeta propusieron trabajar por un “crecimiento fuerte e inclusivo” y un “planeta sostenible” como respuesta a los desafíos globales.

La declaración clama por la “paz” en Ucrania, sin condenar explícitamente a Rusia, uno de los temas más espinosos que amenazaba con frustrar el consenso.

En otro tramo del fragmento dedicado a los choques geopolíticos, el G20 pide el “cese del fuego en Gaza”, además de defender la solución de dos Estados para el conflicto entre Israel y Palestina.

“Todas las partes deben cumplir sus obligaciones bajo derecho internacional, condenando ataques contra civiles e infraestructura”, dice el documento.

Además de las tres prioridades de la presidencia brasileña del G20, el texto cita la necesidad de avanzar en las discusiones para tributar a los llamados “super ricos”, las mayores fortunas del planeta, con un impuesto de al menos 2% para financiar proyectos sociales y de sostenibilidad.

“Con total respeto a la soberanía tributaria, buscaremos involucrarnos para garantizar que los individuos de mayor patrimonio líquido sean efectivamente tributados”, destaca el documento.

Los jefes de Estado coincidieron, también, en la necesidad de “reformar el Consejo de Seguridad de la ONU” para que la torne más “eficaz” y “representativa” para frenar conflictos.

El presidente argentino, Javier Milei, planteó su disconformidad con temas asociados a la agenda 2030 de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, pero decidió no entorpecer la aprobación y acompañó el documento.

Las disidencias, plasmadas en una nota de prensa del gobierno argentino, no quedaron registradas en el texto final, pero Lula, en una fórmula negociada con los sherpas, dio la palabra a Milei, quien planteó verbalmente sus disidencias a la agenda 2030.

“Habló libremente sobre las objeciones que tenía, sobre la libertad de expresión, la cuestión de género y planteó su visión del conflicto en Medio Oriente”, dijo una alta fuente de la cancillería brasileña, que destacó que Milei hizo una “fuerte defensa de Israel”.

La publicación de la declaración de líderes significó un alivio para la diplomacia brasileña.

Países europeos habían intensificado la presión sobre Itamaraty para que el documento fuera rediscutido en el tramo sobre conflictos geopolíticos, dejando abierta la posibilidad de que tuviera disidencias. Sin embargo, Brasil se impuso en la pulseada.

El tono para referirse a la guerra entre Rusia y Ucrania, horas después de la mayor ofensiva contra Ucrania en meses que alcanzó la infraestructura energética, era el principal punto de discordia.

Los europeos presionaron para que se adoptara un lenguaje más duro contra el gobierno de Vladimir Putin, confiaron fuentes de la cancillería brasileña a LA NACION. Brasil evitó todo lo que pudo rediscutir el texto, ya que hubiera abierto la puerta a nuevos pedidos de parte de Rusia y también de países árabes por los conflictos en Medio Oriente.

Por la mañana, Lula había abierto la cumbre con un fuerte llamado a combatir globalmente la pobreza, una “llaga para la humanidad”. Inauguró la reunión en el Museo de Arte Moderno (MAM) de Río con el lanzamiento de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, contenida en el documento final.

La iniciativa, a la que adhirieron 82 países y decenas de organizaciones internacionales, funcionará como una plataforma que conecta a países y entidades donantes con beneficiarios para la adopción de políticas sociales que contribuyan a erradicar el hambre hasta 2030.

“El hambre y la pobreza no son resultados de escasez o fenómenos naturales. Es producto de malas decisiones políticas. Corresponde a quienes están aquí hacerse cargo de terminar con esta llaga”, pidió Lula, quien instó a los líderes a atender a los 733 millones de desnutridos reportados por la agencia de Naciones Unidas contra el hambre. La Argentina decidió adherir al programa, tras haberse abstenido en un primer momento.

La reunión de jefes de Estado contó en su primer día con asistencia prácticamente perfecta, entre ellos los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de China, Xi Jinping. El gran ausente fue el ruso, Vladimir Putin, sobre quien pesa una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional y fue representado por su canciller, Sergei Lavrov.

Milei y Lula se saludaron por primera vez como mandatarios, con un frío apretón de manos antes del inicio del primer bloque de discusiones.

El veterano presidente brasileño comparó el escenario mundial actual con el de 2008, cuando participó de la primera reunión del G20 en Washington. Aseguró que 17 años después, “el mundo está peor”.

“Tenemos el mayor número de conflictos armados desde la Segunda Guerra Mundial y la mayor cantidad de desplazados forzados”, advirtió.

El profesor del Centro de Estudios Político-Estratégicos de la Marina de Brasil, Mauricio Santoro, calificó la declaración como un triunfo para el gobierno brasileño, ya que conserva “todas las prioridades” de la administración de Lula, “en un mundo dividido y polarizado”.

El profesor alertó, sin embargo, que el documento no pone sobre la mesa “compromisos rígidos” y que el cambio de administración en Estados Unidos podría complicar su implementación concreta.

“La victoria de Trump hará más difícil implementar esas agendas, en particular en medio ambiente y la reforma de las instituciones internacionales”, explicó a LA NACION Santoro.

La declaración clama por la “paz” en Ucrania, sin condenar explícitamente a Rusia, uno de los temas más espinosos que amenazaba con frustrar el consensoLA NACION

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