Las tormentas de nuestros nietos (10 años después)
Hace 10 años, este diario publicó gentilmente mi primera nota de opinión sobre las tormentas de nuestros nietos. En aquella oportunidad, los cordobeses vivíamos una vez más los impactos climáticos del desmonte de bosque nativo.
La semana pasada, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó su sexto informe sobre el estado del clima (“Cambio Climático 2021: Bases físicas”), el cual fue aprobado por 195 gobiernos. Es decir, todos los gobiernos del mundo están de acuerdo con los hallazgos científicos presentados en este informe.
El informe concluye que los seres humanos estamos influyendo de manera inequívoca sobre el sistema climático del planeta. Nuestra influencia produce un calentamiento de la atmósfera, los océanos y el suelo. Los científicos nos atribuyeron asimismo impactos concretos en la criosfera y en la biosfera. Ya es evidente el impacto en las corrientes oceánicas imprescindibles para regular la temperatura global y para la existencia de la fauna marina.
En definitiva, nuestras acciones tienen escala e impacto planetarios.
Ya estamos en condiciones de decirles a nuestros nietos que los incendios masivos, la intensidad de frecuencia de los tornados, las sequías e inundaciones, la extinción acelerada de especies, la desaparición del hielo del Ártico, el derretimiento de glaciares y el agotamiento de los suelos nos pertenecen. Es a nosotros a quienes podrán atribuir el desequilibrio permanente del sistema planetario.
Pero también podemos contarles a nuestros nietos otra historia, una historia de esperanza, de cómo logramos revertir y reconstruir esta situación. De cómo mediante acciones concretas decidimos salvar lo más importante, nuestro hogar, para que ellos también pudieran habitar en un planeta generoso que nos acoge a todos sin discriminar. De cómo en ese rescate también nos rescatamos como humanidad y sociedad, creando trabajos dignos y eliminando la pobreza.
Para ello, es importante tener un plan de acción, guiado por la ciencia y despojado de ideologías. Es eso exactamente lo que está en el informe del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas, con una novedad científica importante (el metano) y un tiempo limitado: esta década.
Tenemos 10 años para cambiar la historia planetaria si nos ponemos a trabajar de inmediato y focalizando nuestros esfuerzos principalmente en la reducción de CO2, la reducción del metano y en dejar de destruir lo que aún nos queda.
Es importante destacar que la civilización ha sido posible porque la humanidad gozó de un clima estable durante miles de años. Es por ello que los científicos, cuando abordan la crisis climática, se refieren a amenaza existencial y situación de emergencia.
Este informe científico destaca con especial énfasis la necesidad imperiosa de reducir nuestras emisiones de metano, pues es un gas de efecto invernadero de corta vida y con mil veces más potencial de calentamiento que el CO2. Reducir el metano nos permitirá desacelerar la tasa de calentamiento en esta década. Ya existen tecnologías probadas y accesibles; son costo efectivas. Ahora debemos desplegarlas a escala.
La reducción de las emisiones de metano en un 45 por ciento para 2030 evitará casi 0,3 grados de calentamiento global y 0,5 grados de calentamiento en el Ártico para la década de 2040, evitará 255 mil muertes prematuras cada año, 775 mil internaciones por asma, 73 mil millones de horas de trabajo perdido por el calor extremo y 26 millones de toneladas de pérdidas de cultivos.
Argentina es el tercer país de América latina en su contribución al calentamiento global y puede convertirse en un actor clave en mostrar el camino de cómo conjugar la creación de empleo y la recuperación del planeta.
Córdoba, en particular, tiene una industria automotriz que podría liderar la transformación del transporte hacia la electrificación.
Aún quedan bosques y humedales que proteger. Y pueden recuperarse los bosques nativos con un plan concreto de reforestación que además genera empleo. Es importante abandonar el delirio de Vaca Muerta, que es económica y planetariamente inviable. Simplemente no tiene cabida en la situación actual, y por cada empleo que crea el petróleo, genera nueve las energías eólica y solar.
Es posible asumir nuestra responsabilidad planetaria y entregarles un planeta habitable a nuestros nietos. Finalmente, es sólo una cuestión de valores y de amor.
* Presidenta de Cedha, exsecretaria de Ambiente de la Nación