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Las cosechadoras, ante otro apagón tecnológico

La pandemia del Covid-19 sigue afectando la producción mundial de maquinaria agrícola, en especial de tractores y de cosechadoras. Fabricantes de agropartes radicados en India, por ejemplo, no están pudiendo cumplir en tiempo y forma con la provisión de componentes debido a la situación sanitaria, lo que ha demorado los programas de producción de las compañías globales.

A tal punto que en Europa hay unidades en stock que ya deberían haberse embarcado hacia la Argentina, pero eso no ha sido posible debido a la falta de neumáticos, espejos y asientos para la cabina de mando.

A este problema global, el mercado argentino lo sazona con sus propios condimentos. La incertidumbre que genera la situación económica hace que las inversiones en cosechadoras –las de mayor valor en el sector– sólo queden reservadas para un pequeño grupo de productores o contratistas: aquellos que disponen del dinero y cierran las operaciones casi de contado.

El resto, la gran mayoría, no ve con buenos ojos tomar una inversión de entre 500 mil y 600 mil dólares (es el valor que tiene una cosechadora en el mercado doméstico) a tres o cinco años de plazo.

La cifra de ventas de estos equipos durante los últimos tres años así lo refleja. Es el segmento de la maquinaria agrícola que más se redujo: pasó de 1.455 unidades en 2017 a 843 el año pasado.

Si bien en los primeros cinco meses de 2021 las operaciones muestran un aumento del 12 por ciento (25 unidades más) respecto de igual período del año anterior, desde los concesionarios no hay mucho optimismo de que se mantenga esta tendencia positiva. “De todas formas, quizá no refleje el resultado final de la industria si siguen los problemas de disponibilidad de productos en las distintas marcas”, advierten desde la Asociación de Concesionarias de Automotores de la República Argentina (Acara).

El mayor dinamismo que muestra la demanda doméstica de maquinaria agrícola tiene como perfil las adquisiciones de equipos de fabricación nacional, hasta alrededor de 150 mil dólares. En parte, debido a la decisión del productor de desprenderse de los pesos y adquirir capital de trabajo, pero hasta un límite.

Más allá de las demoras en el arribo de los equipos por la pandemia, las restricciones impuestas a las importaciones también redujeron la disponibilidad de cosechadoras.

Si bien hay líneas de crédito disponibles para la compra, se observa una oferta acotada debido a las dificultades que tienen las multinacionales que operan en el mercado nacional para traer unidades desde el exterior.

Déficit tecnológico

Un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) indicaba hace dos años que la edad promedio del parque nacional de cosechadoras era de 10,5 años, pero advertía que una unidad con ese envejecimiento promedio tenía más de 10 mil horas de uso y que necesitaba reposición.

Esta obsolescencia se traduce en una menor eficiencia en el trabajo y en un incremento en los costos, lo que configura un apagón tecnológico.

A diferencia de lo que ocurre en Argentina, las grandes compañías de maquinaria agrícola tienen en países de la región un desempeño más dinámico.

Chile, por caso, con una menor superficie destinada a cultivos forrajeros demanda más productos de la línea verde que el mercado nacional.

Las fábricas reconocen que la estabilidad macroeconómica es fundamental para la realización de este tipo de inversiones, una condición en la que el país hace tiempo que no hace pie.