La segunda ola entró a la cancha
La segunda ola de la pandemia golpeó fuerte en la Liga Profesional con consecuencias devastadoras para algunos planteles que quedaron diezmados para hacer frente a los compromisos del fixture y que deben recurrir a medidas de emergencia para poder armar equipos con jugadores no contagiados, medida que lógicamente incluye a futbolistas ubicados en la categoría de asintomáticos. “El problema con el asintomático es que es más difícil de detectar que el monstruo del lago Ness”, ilustró con claridad conceptual un preocupado dirigente afista temeroso de perder puntos en los escritorios por “inclusión indebida de jugador-foco infeccioso” en un partido oficial. “Se debe entender que los asintomáticos en general se mimetizan de manera perfecta con los individuos sanos, lucen y se comportan como gente sin Covid-19 y de esa forma se infiltran sin problemas en la población saludable. No quiero generar pánico, pero los asintomáticos están entre nosotros”, agregó.
Mientras la “cuestión de los asintomáticos” es motivo de intenso debate en el Tribunal de Disciplina, la marea de positivos suma y sigue, y obligó al fútbol argentino a regresar a los protocolos Fase 1, lo que implicó reinstalar normativas como la de evitar las concentraciones por constituir encuentros multitudinarios que favorecen la propagación del virus. En reemplazo de estas habituales reclusiones masivas de jugadores convocados y cuerpos técnicos, los futbolistas deberán esperar los partidos en sus respectivas residencias, pero en soledad, aislados de sus familias y mascotas en una habitación, recinto o reducto especialmente acondicionado (con reserva de agua potable y alimentos no perecederos para una semana). La permanencia de los futbolistas en estas reclusiones individuales será monitoreada por los respectivos cuerpos técnicos a través de cámaras y tobilleras electrónicas.
Otra normativa de prevención que afecta a los jugadores es la de llegar a los entrenamientos por sus propios medios que pueden ser desde los automóviles de alta gama de los futbolistas más exitosos y mejor pagados a los modestos vehículos que habitualmente utilizan los suplentes. Sin embargo, los especialistas consideran que el medio más seguro para llegar sano y sin riesgo de contagio a un entrenamiento es el ala delta. “Los jugadores que viven en edificios pueden subir con el ala delta a la terraza, apuntar hacia el predio donde normalmente entrena el equipo, lanzarse y aterrizar suave y ecológicamente en el lugar”, sostiene un dirigente que defiende de manera entusiasta este medio de transporte sin motor.
Sin embargo, aparecieron algunos cuestionamientos. Por ejemplo, cómo hace el jugador para regresar en el ala delta a su edificio si no dispone de árboles de gran porte (eucaliptos, álamos, sequoias) desde los cuales lanzarse para alcanzar las corrientes de aire ascendentes. Una posibilidad sería la de fijar mediante un arnés un pequeño cohete en la espalda del futbolista alado que le permita carretear y tomar impulso a ras del piso. “Si un jugador intenta despegar sin impulsor, sólo ayudado por su piernas, deberá carretear entre ocho o nueve cuadras con el riesgo de sufrir una sobrecarga y quedar fuera del partido que el esfuerzo conlleva”, advirtió con escepticismo un reconocido preparador físico que prefirió mantener su nombre en reserva. Otro problema sin duda grave es el de los vientos en contra (un fenómeno climático inmanejable), que no sólo le impediría a un jugador llegar a su lugar de entrenamiento sino que hasta podría hacerlo caer en el predio de alguna práctica rival con el peligro que eso significa de ser imputado de espionaje futbolístico. En su momento, Marcelo Bielsa fue recluido por un tiempo en la Torre de Londres tras haber admitido que espió a equipos rivales.
Por supuesto que el traslado a los estadios para disputar los partidos también implica el riesgo de subir toda una delegación a un colectivo, razón por la cual San Lorenzo se trasladó ayer a la cancha de Platense en dos unidades para evitar la congestión. “Se evitan de esa forma la presencia de pasajeros parados, que generalmente son los suplentes, porque después durante el partido están la mayor parte del tiempo sentados”, señaló un dirigente.
En cuanto a la polémica recomendación de quitar las ventanillas de los ómnibus para que circule el aire, el directivo consideró que el problema no es tanto el frío invernal que entraría al fuselaje de la unidad sino el posible ingreso de “un cascotazo” lanzado por “el inadaptado de siempre” con el consiguiente peligro que acarrearía para la integridad de la delegación. Combatir la pandemia no es fácil en ninguna parte, pero en algunos ámbitos las cosas son más complicadas.