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La actividad económica no despega

Sobre el fin de agosto, se conocieron nuevos y preocupantes datos que grafican el deterioro de nuestra economía y el consiguiente fracaso de la apuesta gubernamental de reactivarla por medio de incentivos al consumo.

Como hemos señalado en otras oportunidades, hay ciertas estadísticas cordobesas que pueden proyectarse al resto del país, porque los parecidos entre provincias son mayores que las diferencias que podrían establecerse entre ellas.

Si uno mira, entonces, la economía cordobesa de los tres últimos años con datos del Banco Central advierte una caída casi sin pausa del nivel de préstamos otorgados por el sistema bancario, tanto a las familias como a las empresas, y un alarmante aumento de la morosidad.

A finales de junio de 2021, se registró una retracción del 8,3 por ciento en términos reales respecto del mismo mes del año pasado. Si vamos más atrás para evitar el impacto de la pandemia, respecto de mediados de 2019 y de 2018 las caídas son de 15,6 y 38,9 por ciento, respectivamente, siempre en términos reales.

Dos años significativos: a mediados de 2018, la fuerte devaluación que había arrancado a fines de abril de aquel año ya representaba un quiebre en la gestión de Mauricio Macri; a mediados de 2019, la incertidumbre política por las inminentes elecciones presidenciales influía en el panorama económico.

En ese contexto, desde 2018 hasta comienzos de este año desaparecieron alrededor de medio millón de puestos de trabajo y los salarios perdieron contra la inflación más de un 20 por ciento. La incertidumbre política no ha mermado, producto de las indefiniciones del nuevo oficialismo y su preferencia por medidas intervencionistas, supuestamente provisorias. En consecuencia, la actividad económica primero cayó y luego se estancó.

A junio de 2021, el stock de préstamos personales es un 45 por ciento menor al mismo período de 2018. Y en los últimos meses, la morosidad creció a niveles similares a los que se registraron antes de la pandemia: ya hay un seis por ciento con atrasos superiores al mes.

En los préstamos a empresas, ocurre algo semejante pero con las variaciones propias de cada sector, ya que no todos los rubros fueron afectados del mismo modo. En la construcción y el comercio, por caso, los morosos representan el 10 por ciento.

El Gobierno imaginó que subvencionar las compras en cuotas fomentaría el consumo. El Ahora 12 se reconvirtió en un Ahora 24 o 30. Pues bien, hasta aquí se equivocó.

Las operaciones con este sistema son mínimas. Por un lado, la gente rechaza el costo financiero, aunque sea menor a la inflación proyectada para el próximo año. Por otro, no son muchos quienes cuentan con margen en sus respectivas tarjetas para una compra importante. Finalmente, hay mucho temor a tomar un crédito a dos años.

El único actor que sigue endeudándose es el Estado. Lo hace en pesos, con un sistema de indexación que reconoce la inflación. Los bancos tienen asegurado su negocio, aunque la economía no despegue.