Tienen más de 80 años y nunca habían probado un yogur: la situación que expone cómo se perpetuó la pobreza

Rita Fernández, de 90 años, Antonio Maldonado, de 92, y Clemencia Sosa, de 82, son algunos de los abuelos que participan de las actividades en el comedor San Ramón Nonato, ubicado a 10 cuadras de la plaza céntrica de la capital de Catamarca.

Allí se desarrolla el programa Pan de Vida, una iniciativa de Cáritas Nacional para que a nadie le falte comida nutritiva y básica para su salud, como leche, yogur, verduras y frutas.

Al comedor van 25 adultos mayores en situación de gran vulnerabilidad socioeconómica. Una vez por semana reciben bolsones con alimentos frescos seleccionados por una nutricionista. Además, el lugar -que tiene lindísimas figuras de santos pintadas por un artista local- se convirtió en un espacio de encuentro y recreación para otras muchas personas grandes que están solas y una vez por mes comparten bailes, juegos, cuentos y paseos.

“Hay personas que te dicen que gracias a esta integración pueden salir de su soledad. Muchos fueron abandonados por sus hijos e incluso algunos viven en situación de calle. Otros te cuentan que acá por primera vez probaron un yogur. Imaginate, a esta altura de la vida. Es difícil explicarlo, pero hay que ver sus caras cuando reciben estos alimentos, cuando preparamos una torta, jugamos a la lotería o contamos cuentos y adivinanzas. Se desviven por estos momentos compartidos”, asegura Agustín Abdón, referente de Cáritas Parroquial Pío X de Catamarca.

La ayuda a los adultos mayores comenzó durante la pandemia, cuando preparaban y repartían 70 viandas entre los más necesitados. Después, cuando algunos de ellos recuperaron sus trabajos, comenzó una selección de las personas que requerían más ayuda.

Esta asistencia se siente más trascendental después de los datos del Indec de la semana pasado, cuando reveló que el 29,7% de las personas mayores de 65 años vive en la pobreza, lo que significa que aumentó un 68% respecto a fines del año pasado. En cambio, la pobreza general del país se ubicó en el 52,9% pero creció un 24% en relación a 2023. En total 700.000 adultos mayores cayeron en la pobreza durante el primer semestre.

Qué hay en el bolsón

“De acuerdo con el presupuesto, alcanza para 25 bolsones que se entregan todos los viernes, para que los abuelos tengan al menos una vianda saludable por día. También les brindamos las donaciones de alimentos, ropa, calzado y medicamentos que dejan los vecinos”, explica Adela Moreno, responsable del programa Pan de Vida en la Capilla San Ramón Nonato, que ya tiene dos años.

La nutricionista Nair Quinta explica que en el bolsón colocan cada semana 1 litro de leche, 1 litro de yogur, 5 paquetes de galletas saladas, 100 gramos de chocolate, 300 gramos de queso y 6 frutas (manzanas, peras, bananas o naranjas). Además, siempre reparten los alimentos que los feligreses acercan a la capilla y una vez por mes agregan un edulcorante.

En el equipo de colaboradores de Cáritas también se encuentran la catequista Nelly González, Alejandra Fuentes y su marido José Leiva. Ellos separan y doblan la ropa donada de acuerdo con las edades y los géneros, y también organizan las actividades divertidas y paseos para un gran número de personas mayores que se suman una vez por mes.

Los viernes, días de fiesta

Los viernes son los días de la entrega de los bolsones con comida nutritiva y fresca, y la capilla San Ramón Nonato se convierte en un lugar de reunión, fiesta, charlas y alegría. Una de las primeras en llegar es Rita Fernández, de 90 años, que vive cerca de la capilla San Ramón y es una gran caminadora.

“Vengo a buscar el bolsoncito que tanto necesito, porque a veces no tengo plata para la leche y el yogur. Yo vivo con los nietos en una piecita pero me acostumbré a atenderme sola desde hace 20 años. Si tengo algo para cocinar, cocino, pero si no tengo, no cocino. Del bolsón lo que más me gusta es la leche, el yogur, las frutas y el azúcar, porque hago compota”, cuenta Rita, que siempre fue ama de casa y recibe la jubilación mínima, pero no tiene pensión por su marido.

“Cuando recibo el bolsón con fideos, arroz y verduras, voy cocinando todo de a poco para regularlo y que me dure hasta el viernes siguiente. También me dan la yerba para el mate. Yo tengo un hijo pero se casó y se olvidó de la mamá, se ocupa de su señora. En cambio mis nietos me dan de lo que ellos cocinan cuando vuelven de trabajar”, asegura la abuela, que es muy popular en el barrio porque es muy alegre y le gusta mucho caminar.

Clemencia Sosa tiene 82 años y una energía que desborda. “Yo me paso el día tejiendo, bordando, haciendo pintura en tela, cuidando las plantas. Mis hijos a veces me sacan a pasear y si no pueden, aprovecho y me voy con el grupo de acá a las grutas y otros lugares lindos. Además me encanta celebrar las fiestas del día de la madre, del amigo y del cumple, entre muchos otros. Brindamos y jugamos a la lotería. Somos una gran familia”, afirma.

“Me siento muy contenida con la gente de Cáritas porque siempre nos preguntan cómo estamos, nos mandan oraciones y nos encontramos a rezar el rosario, sobre todo por quienes están enfermos y sus familiares. Pero además el bolsón me viene muy bien porque vivo sola y la jubilación se va para impuestos y remedios. Todo me gusta, sobre todo la leche y el yogur, las galletas, las frutas y la yerba. A la noche no ceno, prefiero el yogur o un té con leche y unas galletas”, cuenta.

Su alimentación se completa con verduras como tomates y pimientos que cultiva en su propia huerta junto con plantas aromáticas, y a veces, si puede, se compra un pedacito de carne. Ella es la más divertida del grupo, al que alegra con cuentos, chistes y adivinanzas, y promete uno bueno para el final del encuentro.

Antonio Maldonado tiene 92 años, es vecino del barrio San Ramón y era muy deportista, jugaba al fútbol y corría maratones. Trabajaba en la municipalidad, cobra la jubilación mínima y comparte una casa con su hermano, que está casado. “La comida del bolsón es toda rica, pero lo que más me gusta es la leche y sobre todo el yogur, que no conocía y nunca compraba porque es muy caro”, cuenta Antonio, que es muy colaborador a la hora de ayudar con el mantenimiento del comedor.

A Antonio, que fue a la escuela hasta segundo grado y camina mucho en el paisaje de las montañas catamarqueñas, le gustaba mucho el baile cuando era joven. Por eso, la actividad que más le gusta en los encuentros de abuelos y abuelas es el baile. “Ellas me buscan a mí como compañero, porque yo bailo bien distintos ritmos como cuarteto, cumbia, pasodoble y tango.

Es que en la Capilla San Ramón Nonato de Catamarca no solo se brinda el bolsón de comida, sino también compañía y alegría. Antes de despedirse, Clemencia comparte un cuento sobre un señor al que le dolía mucho el corazón y el médico lo curó vendándole los ojos, porque “ojos que no ven, corazón que no siente”. Así los abuelos se despiden y vuelven a sus casas entre risas, con el bolsón en la mano.

Cómo colaborar:

Se pueden realizar transferencias a Cáritas Obispado de Catamarca: CBU 0110466420046602444789 alias DONAR.COMPARTIR cuit 30-52789311-5 y enviar el comprobante al celular 3834240396 especificando que es para San Ramón Nonato.
También se pueden acercar donaciones a la sede de la Capilla San Ramón Nonato en Chubut 1398, San Fernando del Valle de Catamarca.

La escena se vivió en un comedor de Cáritas; hace unos días, el Indec informó que la pobreza entre los adultos mayores creció tres veces más que la general de la población; hoy, una de cada tres personas de más de 65 años vive en la pobrezaLA NACION

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