Es jubilada y, después de 38 años, volvió a estudiar para ser contadora

Alicia Tissera inició su carrera de contadora pública en 1974, con apenas 20 años, llena de ilusión y ganas de aprender. Sin embargo, las exigencias de la vida se interpusieron en su camino. El trabajo, el nacimiento de sus hijos y las responsabilidades diarias la llevaron a tomar una difícil decisión: dejar de estudiar. Aunque en su corazón nunca dejó atrás esa pasión. “Siempre me gustó mi carrera”, decía Alicia, quien recuerda cada ocasión en la que pensó en volver.

“Dejé la carrera en el año 80 porque no había alcanzado el cupo de materias aprobadas. Además, había nacido mi primer hijo y era la época de los militares; si no aprobabas una cantidad suficiente de materias en el año, no podías continuar, así que tuve que abandonar”, recordó Alicia sobre su primera deserción de la carrera.

Su primer intento por regresar fue en 1986, cuando sus hijos aún eran pequeños y la vida no dejaba mucho espacio para los estudios. Volvió a intentarlo en 1996, pero nuevamente algo la frenó. El tiempo pasaba y con cada año que dejaba atrás el deseo de retomar con sus estudios se hacía más fuerte, pero también parecía más distante. Sin embargo, ese anhelo nunca desapareció del todo. Alicia seguía soñando con la carrera que tanto amaba, aunque su realidad la empujaba a posponerlo una y otra vez.

Finalmente, en 2022, ya jubilada desde hace nueve años, algo cambió. Alicia, ahora con 70 años, decidió que era hora de retomar lo que había dejado pendiente tanto tiempo atrás. “Mi psicóloga me dijo que tenía que volver a estudiar”, recordó Alicia, reconociendo que fue ese último empujón el que la animó a cruzar las puertas de la universidad una vez más.

El regreso, sin embargo, no fue fácil. Los miedos y las inseguridades aparecieron desde el primer día. En su primera clase de Fiscal II, al ver a los jóvenes que la rodeaban, Alicia sintió una angustia profunda. “Me dio un ataque de pánico –confesó–, dije: ‘Qué estoy haciendo acá?’”.

A pesar de esa sensación abrumadora, decidió quedarse, resistiendo la tentación de huir. “Me quedé sentadita en el aula magna”, recordó al describir con sencillez ese pequeño acto de valentía que marcó el inicio de su nuevo capítulo.

Alicia enfrentó numerosos obstáculos, no solo académicos, sino también tecnológicos. “El sistema Guaraní me complicaba todo”, relató, recordando cómo le costaba adaptarse a los sistemas digitales que ahora son parte esencial de la vida universitaria.

Sin embargo, contó con la ayuda de su psicóloga, quien le facilitó los trámites administrativos, dándole las herramientas necesarias para volver a las aulas.

El apoyo no solo vino desde el ámbito profesional. En casa, sus hijos reaccionaron de maneras diversas a la noticia de que su madre volvería a la facultad. Su hijo menor, Matías, fue el más entusiasta, animándola desde el primer momento. En cambio, su hijo mayor, Facundo, mostró cierta indiferencia, mientras que Victoria, la hija del medio, no sabía cómo procesar el hecho: “Me dijo que sentía una mezcla rara de alegría y ganas de llorar”, contó Alicia. No obstante, más allá de esas primeras reacciones, todos apoyaron la decisión de su madre.

El entorno académico también le presentó desafíos. “No es la misma facultad que conocí”, dijo Alicia, refiriéndose a la brecha generacional que sentía con sus compañeros. Mientras ella lidiaba con las exigencias de materias que habían cambiado y otras que se habían agregado, veía a los jóvenes muy inmersos en sus celulares, distantes de la interacción directa a la que ella estaba acostumbrada.

A pesar de todo, encontró en algunos jóvenes estudiantes y profesores una humanidad que la motivó a seguir adelante. “He contado con personas colaboradoras, mujeres jóvenes que se acercaron a ayudarme”, relató con gratitud.

A lo largo de su vida laboral, Alicia había trabajado en diversos sectores administrativos: en la industria, en el diario Los Principios y en varios comercios, y se jubiló finalmente en una mayorista de flores. Pero ninguna de esas experiencias le habían brindado la satisfacción personal que ahora encontraba al volver a las aulas. “Amo la facultad, quiero mucho a la Universidad Nacional de Córdoba”, expresó con emoción.

Aunque Alicia sabe que el camino no es fácil, cada paso que da la acerca más a su objetivo, incluso si ese objetivo no es el título en sí mismo. “Sé que no voy a ejercer, sé que tal vez no llegue a recibirme, pero la facultad ha sido una gran motivación”, dijo. Para ella, volver a estudiar significaba más que obtener un título: era la forma de alimentar su espíritu, de mantenerse activa y de seguir aprendiendo.

Alicia sigue cursando con la misma dedicación que tenía cuando era joven, enfrentando cada semestre con la esperanza de que las cosas mejoren. “Este semestre es decisivo”, aseguró, reconociendo que, a veces, el esfuerzo no siempre es recompensado con los resultados esperados. Sin embargo, no se rinde. La energía que le da la facultad es, para ella, una fuente de vida.

“Les estoy dando a mi espíritu, a mi cabeza, a mi intelecto”, afirmó Alicia, quien, a pesar de no sentirse más joven por volver a estudiar, encontró en la universidad una razón para seguir adelante. “No estoy vegetando”, indicó con firmeza.

Alicia Tissera inició su carrera de contadora pública en 1974, con apenas 20 años, llena de ilusión y ganas de aprender. Sin embargo, las exigencias de la vida se interpusieron en su camino. El trabajo, el nacimiento de sus hijos y las responsabilidades diarias la llevaron a tomar una difícil decisión: dejar de estudiar. Aunque en su corazón nunca dejó atrás esa pasión. “Siempre me gustó mi carrera”, decía Alicia, quien recuerda cada ocasión en la que pensó en volver.
“Dejé la carrera en el año 80 porque no había alcanzado el cupo de materias aprobadas. Además, había nacido mi primer hijo y era la época de los militares; si no aprobabas una cantidad suficiente de materias en el año, no podías continuar, así que tuve que abandonar”, recordó Alicia sobre su primera deserción de la carrera.
Su primer intento por regresar fue en 1986, cuando sus hijos aún eran pequeños y la vida no dejaba mucho espacio para los estudios. Volvió a intentarlo en 1996, pero nuevamente algo la frenó. El tiempo pasaba y con cada año que dejaba atrás el deseo de retomar con sus estudios se hacía más fuerte, pero también parecía más distante. Sin embargo, ese anhelo nunca desapareció del todo. Alicia seguía soñando con la carrera que tanto amaba, aunque su realidad la empujaba a posponerlo una y otra vez.
Finalmente, en 2022, ya jubilada desde hace nueve años, algo cambió. Alicia, ahora con 70 años, decidió que era hora de retomar lo que había dejado pendiente tanto tiempo atrás. “Mi psicóloga me dijo que tenía que volver a estudiar”, recordó Alicia, reconociendo que fue ese último empujón el que la animó a cruzar las puertas de la universidad una vez más.
El regreso, sin embargo, no fue fácil. Los miedos y las inseguridades aparecieron desde el primer día. En su primera clase de Fiscal II, al ver a los jóvenes que la rodeaban, Alicia sintió una angustia profunda. “Me dio un ataque de pánico –confesó–, dije: ‘Qué estoy haciendo acá?’”.
A pesar de esa sensación abrumadora, decidió quedarse, resistiendo la tentación de huir. “Me quedé sentadita en el aula magna”, recordó al describir con sencillez ese pequeño acto de valentía que marcó el inicio de su nuevo capítulo.
Alicia enfrentó numerosos obstáculos, no solo académicos, sino también tecnológicos. “El sistema Guaraní me complicaba todo”, relató, recordando cómo le costaba adaptarse a los sistemas digitales que ahora son parte esencial de la vida universitaria.
Sin embargo, contó con la ayuda de su psicóloga, quien le facilitó los trámites administrativos, dándole las herramientas necesarias para volver a las aulas.
El apoyo no solo vino desde el ámbito profesional. En casa, sus hijos reaccionaron de maneras diversas a la noticia de que su madre volvería a la facultad. Su hijo menor, Matías, fue el más entusiasta, animándola desde el primer momento. En cambio, su hijo mayor, Facundo, mostró cierta indiferencia, mientras que Victoria, la hija del medio, no sabía cómo procesar el hecho: “Me dijo que sentía una mezcla rara de alegría y ganas de llorar”, contó Alicia. No obstante, más allá de esas primeras reacciones, todos apoyaron la decisión de su madre.
El entorno académico también le presentó desafíos. “No es la misma facultad que conocí”, dijo Alicia, refiriéndose a la brecha generacional que sentía con sus compañeros. Mientras ella lidiaba con las exigencias de materias que habían cambiado y otras que se habían agregado, veía a los jóvenes muy inmersos en sus celulares, distantes de la interacción directa a la que ella estaba acostumbrada.
A pesar de todo, encontró en algunos jóvenes estudiantes y profesores una humanidad que la motivó a seguir adelante. “He contado con personas colaboradoras, mujeres jóvenes que se acercaron a ayudarme”, relató con gratitud.
A lo largo de su vida laboral, Alicia había trabajado en diversos sectores administrativos: en la industria, en el diario Los Principios y en varios comercios, y se jubiló finalmente en una mayorista de flores. Pero ninguna de esas experiencias le habían brindado la satisfacción personal que ahora encontraba al volver a las aulas. “Amo la facultad, quiero mucho a la Universidad Nacional de Córdoba”, expresó con emoción.
Aunque Alicia sabe que el camino no es fácil, cada paso que da la acerca más a su objetivo, incluso si ese objetivo no es el título en sí mismo. “Sé que no voy a ejercer, sé que tal vez no llegue a recibirme, pero la facultad ha sido una gran motivación”, dijo. Para ella, volver a estudiar significaba más que obtener un título: era la forma de alimentar su espíritu, de mantenerse activa y de seguir aprendiendo.
Alicia sigue cursando con la misma dedicación que tenía cuando era joven, enfrentando cada semestre con la esperanza de que las cosas mejoren. “Este semestre es decisivo”, aseguró, reconociendo que, a veces, el esfuerzo no siempre es recompensado con los resultados esperados. Sin embargo, no se rinde. La energía que le da la facultad es, para ella, una fuente de vida.
“Les estoy dando a mi espíritu, a mi cabeza, a mi intelecto”, afirmó Alicia, quien, a pesar de no sentirse más joven por volver a estudiar, encontró en la universidad una razón para seguir adelante. “No estoy vegetando”, indicó con firmeza.La Voz

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