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El Museo de las Mujeres volvió con muestras de cuatro artistas

La fábrica donde Aylén Bartolino Luna obtiene los materiales para sus obras es también una cantera de significados, frases que corren por el aire en el día a día laboral, bromas pesadas, chismes, insultos a mitad de camino entre la ternura y la afrenta, crueldades dichas con un fleco de cariño.

La artista, como si fuera una cartonera de enunciados, las recupera y las resignifica en “ORRRTIGA”, una de las muestras con las que el Centro Cultural Museo de las Mujeres (Rivera Indarte 55) retomó su actividad hace unas semanas, después de las restricciones a las que obligó la pandemia.

Bajo un título general, “Las orejas no tienen párpados”, el espacio cultural presenta además las muestras “Desarmario”, de Constanza Ruibal; “La puerta del Sol”, de Agostina Rosso; y “Elegía”, de Constanza Pellicci. El texto de sala que recibe a los visitantes y los textos de las cartillas dedicadas a cada artista son de la poeta Elena Anníbali.

Tres piezas de una serie en proceso de Bartolino Luna componen “ORRRTIGA”. Se trata de cortinas/carteles de gran formato, confeccionadas con retales obtenidos en la fábrica de sistemas enrollables donde la artista se desempeña como obrera metalúrgica. Es una de las pocas mujeres en ese lugar de tareas y expresiones varoniles.

De ese ámbito surgen también las frases que se leen, “Paiaso”, “Caiate viejo viagrero”, escritas en cordobés básico. Otra de las obras lleva escrito “Mejor vivir en este mundo que en mi culo”, un pedacito de una canción del español Albert Pla.

Las palabras arman una especie de retrato diferido de un ambiente y de una forma de relacionarse que hace pié en la grosería escatológica, en el ataque verbal como forma primaria de vínculo y acercamiento, elementos que las obras se apropian sin ningún afán de suavizarlos o corregirlos.

La instalación suma un mundo de sensaciones auditivas generado a partir de un collage sonoro construido con samples. En el texto de sala, la artista cuenta que les pidió a amigos, conocidos y contactos de redes sociales que le compartieran sus discos en vivo favoritos: “Escuché uno por uno y extraje los aplausos, los agradecimientos, los saludos, el griterío del público y los errores en las pruebas de sonido, descartando las canciones que motivaron la grabación original. Con esos recortes reunidos armé un audio en el que los festejos se continúan secuencialmente, a la espera de algo que nunca termina de comenzar”.

Animando el vacío

El recorrido incluye videos de Constanza Pellicci. “Elegía” es el registro de un ensayo performático que la artista, cuyo trabajo se vincula fuertemente a la danza, a las artes escénicas y a las investigaciones con la voz humana, realizó durante dos meses mientras el Museo de las Mujeres permaneció cerrado al público.

En las salas vacías, sin más compañía que algunos objetos y piezas de mobiliario, el cuerpo de la artista gana protagonismo en escenas un poco fantasmales, que buscan evocar o imaginar una memoria dormida del edificio donde transcurren las acciones.

El rastreo de ecos, la pesquisa de las “voces” y susurros del lugar construyen un juego de resonancias poéticas con las cosas inertes que son llamadas a decir lo suyo, como si fuera un ejercicio de animación de un vacío que, si se presta atención, no es tal.

“Elegía” surgió de una convocatoria del museo, en cuyo canal de YouTube pueden verse fragmentos de las acciones.

Un tejido melancólico

Las instalaciones que conforman “Desarmario” toman una de las salas centrales del museo y se despliegan en otras dos habitaciones.

En su laboratorio melancólico, Constanza Ruibal propone un cruce que va tejiendo fragmentos de textiles, moldes de costura, instrumentos de diseño, herramientas de corte y confección, telas y accesorios antiguos, piezas de vestuario conservadas con mimo de coleccionista o destripadas.

El suyo es un arte hecho de vestigios materiales y reverberaciones espirituales, un mundo de telas que fueran usadas por alguien y quizá guarden algo de esos cuerpos que arroparon. Las telas cuentan sus historias, y en simultáneo hablan de las vidas con las que hicieron contacto.

Junto al impacto visual, la experiencia a la que anima Constanza Ruibal es también la exploración paciente y el hallazgo de mensajes escondidos en un trozo de tela o en un pedazo de vestido. “Transforma lo doméstico en desconocido”, se lee, siempre y cuando el espectador se ponga de cuchillas, en una cinta que viborea por el piso.

En un texto en el que la artista evoca a su abuela, escribe: “Un retazo de vestido es un ejercicio de memoria, así que me tiré toda la ropa encima y esperé”. Y antes del final, ruega: “Por favor, quédense para siempre, le digo a las cosas que conozco”.

Fotografía y ritual

La Puerta del Sol, o Tiwanaku, es un portal de piedra ubicado en el Departamento de La Paz, en Bolivia. Representa el centro político y ritual de la cultura Tiahuanaco. Allí se realizó, en 2015, la ceremonia de asunción de Evo Morales, cuando iniciaba su tercer mandato.

“La Puerta del Sol” es asimismo el título que ampara el puñado de fotografías digitales de Agostina Rosso. La artista cordobesa viajaba por Bolivia realizando un proyecto fotográfico en los mercados de La Paz, y se encontró inesperadamente con las escenas del rito andino que retrata en sus imágenes.

Una fotografía a color de gran tamaño domina el conjunto. En la escena, impactante, dos mujeres con polleras de colores saltan un muro.

Sobre esa fotografía, que podría proyectarse desde su contexto original hacia una escena universal de cruce de fronteras o paso clandestino a través de vallas y alambrados, señala Elena Anníbali: “Se cruza porque el mundo estuvo hermanado, antes, y hay que recuperar esas hermandad, ese conocimiento. Se cruza porque no hay nada de natural en una frontera”.

Con protocolo

Las muestras, con curaduría de Laura del Barco y Cecilia Salomón, podrán visitarse hasta el viernes 7 de mayo. La entrada es gratuita y se debe gestionar a través del sitio autoentrada.com.

Para ingresar al museo se debe presentar, de manera digital o impreso, el código QR que entrega la plataforma. Los códigos tendrán asignado un horario para la visita. En el ingreso es obligatorio llenar una declaración jurada. El protocolo establece también que se tome la temperatura y se saniticen las manos con alcohol. En todos los casos los visitantes deberán utilizar barbijo y respetar el distanciamiento.

Para ver

De martes a sábado de 10 a 19, en el Museo de las Mujeres (Rivera Indarte 55).

El texto de la poeta Elena Anníbali recibe al visitante (Prensa Agencia Córdoba Cultura)
“La Puerta del Sol” , fotografías digitales de Agostina Rosso. (Prensa Agencia Córdoba Cultura)
Aylén Bartolino Luna presenta “ORRRTIGA”, cortinas/carteles de gran formato con frases.
“La Puerta del Sol” , fotografías digitales de Agostina Rosso. (Prensa Agencia Córdoba Cultura)
El texto de la poeta Elena Anníbali recibe al visitante (Prensa Agencia Córdoba Cultura)