“El madrileño”, según C. Tangana: “Es un homenaje a la música popular”
Bizarre Love Triangle y Corazón partío. Ambas canciones, una de New Order y otra de Alejandro Sanz, forman parte de la educación sentimental de Antón Álvarez Alfaro, nacido el 16 de julio de 1990 en Madrid, España, y aparecen como flashes en dos momentos recientes de su carrera.
Hasta hace poco, la música que venía sacando desde 2016 bajo el seudónimo de C. Tangana podía ser alineada a géneros contemporáneos como el trap o el reguetón. Pero con su último álbum, El madrileño, este español de 30 años se convirtió en el artista insignia del pop iberoamericano, al menos en 2021. ¿Cómo lo hizo? Buscando encender la mecha de la vanguardia musical desde el centro del mainstream y asociándose creativamente con colaboradores de la talla de Toquinho, Jorge Drexler, José Feliciano, Eliades Ochoa o Andrés Calamaro.
“Se siente muy bien. Es como estas películas americanas en las que el personaje de repente tiene que dejar todo para cumplir su sueño y resulta que entonces es cuando triunfa y todo le va bien, ¿no?”, plantea el músico español en una videollamada en la que transmite la misma seguridad que en cualquiera de sus apariciones públicas, que pueden verse en YouTube.
“Yo lo veo un poco así, era una odisea lo que queríamos hacer”, explica sobre su viraje desde el universo “urbano” hacia una zona más ligada a la canción popular, con referencias de estilos y compositores varios. ¿Una jugada impensada? Más bien, la profundización de un espíritu que, ya en 2018, lo llevó a combinar frases como “Dios bendiga al reguetón” –en Llorando en la limo–, con su participación autoral en ocho de las 11 canciones de El mal querer, de Rosalía.
“Yo ya tenía asumido el coste y la repercusión que iba a tener en mi éxito a nivel de números o todo eso. Y estaba de acuerdo con ceder parte de eso para poder llevar mi ambición hasta este lugar, tener el respeto de ciertos artistas y llevar mi carrera a otro punto. Claro, cuando pasa todo lo contrario y tu éxito se multiplica, es una alegría gigante”, reflexiona sobre el hecho de que El madrileño, su álbum más experimental y alejado de los mandatos de la norma pop, sea también el que lo ha llevado al mayor pico de popularidad de su trayectoria.
Muy simple: si hasta la salida de su tercer disco C. Tangana era un referente de las músicas derivadas del hip hop y asociadas a los hits de temporada, hoy su nombre se proyecta como un cantautor de su época que proyecta y ansía trascender su tiempo.
–Tenías un disco listo y decidiste hacer borrón y cuenta nueva. ¿Cómo nace el impulso de apostar todo por “El madrileño”?
–Yo ya venía enamorándome mucho de este proyecto y desenamorándome de la música urbana. De hecho, empecé esta investigación por toda esta música porque estaba harto de la música urbana, tanto de lo que hacía yo como de la escena y la repetición absoluta de los patrones. Veía todo muy igual y me sentía parte de la maquinaria de alineación. Todo el mundo tiene que hacer lo mismo y yo estaba contribuyendo a que todos hiciésemos lo mismo. Me veía criticándolo, pero a la vez ayudando a que todo eso sucediese. Entonces me puse a experimentar con toda esta música nueva, y poco a poco te vas enamorando más y más. Y cuando llega la pandemia, creo que a todos nos pasó, fue un momento de inflexión; y cuando te replanteas todo, te dices: “Si yo lo que quiero hacer es esto, pues voy a por esto”. Cuando salió Nunca estoy, que fue mi primer número uno en España, fue un clic que me ayudó mucho con los colaboradores, con la compañía, para que todo el mundo dijese: “Vale, existe una oportunidad real de que esto sea algo muy muy grande”. Y ahí fuimos.
–Viajaste al pasado, combinaste géneros, te juntaste con artistas clásicos más allá de las modas. ¿Es una declaración de principios y un mensaje para quienes están haciendo música y te tienen como referente?
–Ojalá. Eso sería lo mejor del mundo, que el disco sirviera para que la gente que está haciendo música se arriesgase. Yo siempre he dicho que mi sueño y mi máxima ambición cuando hago todo esto es tener un impacto cultural real, y que dentro de 50 años alguien pueda tomarme como referencia para hacer una nueva canción. Eso es el sumun de lo que yo hago: ser capaz de convertirme en el tipo de artista al que yo admiro o admiraba cuando era joven. Si este disco sirve para animar a la gente a que se arriesgue con lo que está haciendo y a que no siga los caminos que se supone que tienen que seguir, eso sería lo mejor que he hecho en mi vida, desde luego.
Identidad
En El madrileño, C. Tangana retoma la ciudad que lo vio crecer como una inspiración y como el motor de una definición identitaria basada en la nostalgia. En definitiva, el tipo detrás de todo ese caudal de música no es otra cosa que un madrileño de pura cepa, aunque buena parte de su historia tenga que ver con cruces y movimientos.
“Yo quería hacer un disco identitario, pero no creo en las identidades muy cerradas. No soy un nacionalista que piense que lo español está por encima de nada. Es un disco que surge de la nostalgia de España, pero viajando por el mundo, y de las cosas que a mí me recuerdan a España en otros lugares. Otros bares, otros acentos, otras músicas”, relata el músico sobre el origen del concepto detrás de un trabajo que ya anticipa su estatus de clásico.
“Para mí, era importante acercarme a la gente diciendo que yo soy el madrileño. No sé si eso pasa por allí, pero por aquí los chavales que no han viajado nunca en su vida de repente ponen acento boricua para hacer reguetón, ¿sabes?, y quieren demostrarle al mundo que son otra cosa que no son. Para mí era importante acercarme a esas músicas y esos lugares diciendo quién soy y posicionándome”, explica C. Tangana.
“Quería que fuese un disco que hablase de la música y de la cultura que yo he vivido. Por eso, El madrileño me parecía perfecto”, añade. Y asegura: “Hay muchos valores que tienen que ver con lo madrileño, con lo cañí (lo gitano), que para mí eran importantes y han sido una influencia”, agrega en relación con estas coplas modernas que tienen como escenario a la capital española, a la que define como la ciudad de la apertura y de la ambición.
“Hay una expresión aquí que dice ‘de Madrid al cielo’, que significa que si quieres triunfar, vete a Madrid, que más alto que eso ya es el éxito total”, resume.
–En el disco hay un ida y vuelta con algunos de tus héroes musicales. ¿Qué significa para vos ese reconocimiento de parte de grandes artistas de la canción?
–Esa ha sido la parte más reconfortante del disco. Por un lado, está todo el sufrimiento y toda la búsqueda y la ansiedad que yo podía tener, la inseguridad del futuro, que es el disparo de salida. Pero luego, por otro lado, va apareciendo toda esta serie de colaboradores que son grandes maestros de la música popular que yo he escuchado toda la vida y poco a poco te van dando como píldoras de motivación. Sí que quieren venir a hacerse una canción contigo. Haces una canción, vas al siguiente, este también: se va a sentar a hacer una canción contigo y encima le pones las canciones anteriores y te dice que son buenas y quiere escribir contigo, ya no solo es una colaboración, y te recomienda otros músicos y se implica… poco a poco se fue construyendo eso. Para mí, la aparición de toda esta gente ha sido lo más importante que yo he hecho en mi carrera. Juntarlos a todos en el disco, y escribir y hacer música con ellos.
–La lírica del disco tiene un componente dramático muy importante. ¿Cómo influye el contexto en tu forma de escribir?
–Para mí, todo el trabajo del disco siempre es coger lo que me gusta del pasado, pero tratar de hacer algo moderno. Revisitar mi nostalgia, pero que no sea sólo un disco nostálgico. Escribir coplas, versos, boleros, coros tradicionales, pero que suenen a hoy. Y eso lo intentas hacer con lo que puedes: a veces es con la musicalidad, a veces es con la letra. Ha sido intentar un ejercicio clásico, pero que suene completamente contemporáneo, es esa pelea todo el tiempo. Y los tiempos actuales me dan el material para poder modernizar cómo es la perspectiva del amor romántico, la perspectiva femenina en una relación, la masculinidad que ha imperado siempre. Todos esos temas están completamente vigentes y he intentado que así sea.
Entre los suyos
En familia, alrededor de una mesa. Así se lo ve a C. Tangana en el concierto “en casa” que presentó a fines de abril para las sesiones Tiny Desk. Efectivamente, se trata de un material audiovisual que impacta por su diseño de imagen y sonido (el claroscuro, la disposición de los participantes, el registro “casero” del audio), y exhibe el costado más costumbrista de la visión que tiene el artista sobre su vínculo con la música.
“Yo llevo cantando estas canciones como dos años. Antes en los backstages, al final de las fiestas, en casa de los amigos, involucrando a gente que son artistas y otros que no. En ese video sale mi madre, sale mi tía, salen amigos realmente. Y esa forma de vivir la música y esas canciones para mí ya estaban dentro del disco, pero faltaba hacer algo así para que todo el mundo lo sintiera igual”, explica sobre las motivaciones detrás de la sesión. Según él: “Ayuda a transmitir cosas que solo con el disco y con la frialdad de los videoclips no puedes”.
“Creo que el Tiny Desk es la culminación de todas las intenciones de este álbum”, resume. Y explica: “Lo notaba como algo muy importante para el disco. El tono de lo popular y de lo familiar, de repente con una imagen, con vernos sonriendo a todos, alegres y contentos, se entiende mucho mejor. Después de ver eso, con esas imágenes escuchas el disco y te lleva a otros sitios distintos. A lo mejor, al principio, estás pensando en la producción o en lo raro de la mezcla, y después de esas imágenes estás mucho más en la emoción”.
–¿Qué buscabas mostrar con la sesión?
–Había una intención clara en mostrar bastantes cosas. La primera es que yo no soy un músico que haya estudiado música. Lo mío no tiene que ver con ponerme una partitura muy complicada adelante, ni con tener muchos conocimientos, ni con cantar muy bien. Lo mío tiene que ver con la emoción. Y luego esto es un homenaje a la música popular en nuestro idioma. A la idea de que existe una música más allá de la industria, que tiene que ver con las tradiciones de la gente, que nos vincula desde hace mucho a muchas personas, tradiciones muy largas. Y esta música popular, sencilla, que puede tocar la gente como yo, que no tenemos ni idea de música, se representa muy bien en la música que tocamos en las casas, en las fiestas, en la boda de tu primo. Ese momento, que es algo muy típico de todas las culturas hispánicas, el que alguien saque una guitarra y toque en familia, y que haya un par de gentes que se saben alguna canción, yo creo que es algo que nos une a muchísima gente. Y era algo que queríamos plasmar y hacer explícito en el Tiny Desk.