El autor de la foto que se hizo viral: cómo, cuándo y dónde retrató a las señoras del vestido
Desmitifiquemos el lugar común: una imagen no dice más que mil palabras. Una imagen dice unas pocas cosas, algunas pueden coincidir con lo que se ve, otras pueden ser engañosas. En ese limbo de sentido suele navegar la profusa cultura de humor en forma de memes, el emergente menos previsto de los servicios de mensajería como WhatsApp.
Cada tanto, aparece una de esas imágenes que reencarna en meme popular. Hace pocos días, las redes lo hicieron de nuevo: la foto de dos señoras mayores idénticamente vestidas y peinadas generó miles de conversaciones, intercambios, interpretaciones y reinterpretaciones.
En actitud prácticamente espejada, una de espaldas y la otra de frente, inocentes de su destino memístico, parecen protagonizar una coreografía tan potente que automáticamente queda todo lo demás de lado. Entre otras cosas, el autor: la conciencia de que alguien debe haber capturado ese instante.
Sin embargo, no hay en ninguna de las repercusiones (en medios digitales, audiovisuales, redes sociales) más que algo como “un usuario de tal o cual red social posteó la foto que es furor en las redes”. Sí, debería dejar de usarse la expresión “furor en las redes”, hasta que las redes dejen de existir.
Una inspección no muy detenida del feed de Twitter de ese usuario en cuestión (cuyo posteo de esa foto recibió miles de favs) revela, sí, unos pocos señalamientos: le endilgan la falta ética de no citar al autor, dando por sentado que no es él.
Hasta que alguno se mete en el hilo de la discusión y da un nombre del verdadero autor: Francisco Gómez, y un alias, @frangenoma, que puede ser tanto de Twitter como de Instagram. El Instagram no es público, por lo que hay que esperar que acepte la solicitud de seguimiento.
Y eso, más un rato de paciencia, es todo lo que hace falta para llegar al autor de una de las fotos más reenviadas y modificadas del último par de semanas.
Vive en Almería, España y es en esa ciudad donde tomó la foto de las señoras que no sospechan que hoy son señaladas como la prueba de una falla en la matrix. Eso, si es que aún viven, porque la foto está subida a su Instagram desde el pre pandémico 2019, donde obtuvo modestos 62 likes hasta hoy.
¿Podemos hablar, Francisco? Sí, claro.
“No, no me ha llamado nadie para hacerme ninguna nota, eres el primero”, responde divertido en el mediodía de España. “Me he quedado tan sorprendido, que tampoco he hecho nada para que alguien me contacte por esa foto. Mucho trabajo y poco tiempo. Yo no tenía conciencia de su repercusión”.
Camarógrafo y productor freelance para contenidos televisivos, fotógrafo profesional y apasionado de los retratos de calle, declara que su parte artística y personal está ahí, en esas fotos que ve un puñado de seguidores. Pero hablemos de esa foto. De la foto.
Desde 2019 a hoy, debe haber hecho cientos de miles de fotos, así que tiene que hacer un esfuerzo para recordar que esta fue en horas de la mañana, y está seguro de que la locación es la misma calle en la que vive. Al salir de su casa, se cruzó con ese momento.
“Alguien debió tomar una captura de pantalla y la difundió. No sé por qué rebotó tanto ahora, pero por un lado, me parece muy guay que una imagen así cobre vida propia. Y que se transforme, porque aunque yo la haya tomado, desde el momento en que está ahí y la gente la interpreta, ya la vuelve en otra cosa”, reflexiona.
Fuera de la matrix
La “otra cosa” más generalizada fue tomarlo como prueba –algunos en broma, otros más en serio– de que vivimos en una matrix que a veces tiene una falla. Francisco ríe, pero tiene su explicación lógica, menos de ciencia ficción y con toda seguridad cercana a la realidad.
“En la foto se miran como extrañadas, pero por lo que ví, parecen mellizas o al menos hermanas. Las he vuelto a cruzar, una vez más: también iban peinadas igual y vestidas idénticas, esa vez, de negro. Para colmo, sólo pude ver la cara de una de ellas y yo iba en el auto, por lo que no pude parar y hablarles. Pero si las encontrase les regalaría una copia de esa foto en tamaño gigante. Porque la imagen es maravillosa”.
Menos maravilloso es que el uso sea descontrolado. “Por el lado malo, me molesta que se haya hecho de manera indiscriminada y se haya utilizado para otra cosa, como publicidad. He visto hasta que una marca de teléfonos móviles ha usado uno de esos memes basados en mi foto para hacer su marketing. También programas de radio, y de televisión nacional, todo sin mención”, dice el autor, y deja una reflexión.
“Supón que entras a una galería de arte, haces una fotografía de una de las obras que hay en la galería, la empiezas a difundir, la sacas de contexto y se utiliza indiscriminadamente y se genera una ola incontrolable. Difundir imágenes sin responsabilidad, ni preguntar al autor, puede salir bien o muy mal. Si alguien usa para cualquier otra cosa la imagen de esas personas, además de tener consecuencias legales, tal vez las personas tendrían derecho a sentir miedo de salir a la calle, por temor a que las fotografíen”, arriesga.
Lo cierto es que la fracción de segundo que dura la apertura es todo el presente que hay en una foto, en cualquier foto. Esa es la magia. Sería tan imposible captar con nuestros sentidos y congelar mentalmente un momento de esa manera, desde esa perspectiva, como pretender que una imagen valga más que mil palabras.
Este mismo texto, que intenta revelar lo que no se supo de esa imagen multiplicada a la enésima potencia en redes, tiene exactamente 968 palabras.