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Diez años después de la muerte de Bin Laden, Al Qaeda está más fuerte que nunca

“Puedo anunciar al pueblo estadounidense y al mundo que Estados Unidos ha llevado a cabo una operación en la que ha muerto Usama bin Laden, el líder de Al Qaeda”. Con estas palabras el presidente estadounidense, Barack Obama, desvelaba el 2 de mayo de 2011 la muerte del que había sido el hombre más buscado a nivel mundial. Diez años después, la organización terrorista que creó y que cometió el peor atentado hasta la fecha sigue siendo una amenaza.

La desaparición de su líder no acabó con Al Qaeda que, bajo la batuta del egipcio Ayman al Zawahiri, su ‘número dos’, ha conseguido sobrevivir en una década de cambios en la escena mundial y también en la yihadista, principalmente por la irrupción en 2014 de Estado Islámico y su califato, y mantener la amenaza, gracias a su presencia en varios continentes.

La muerte de Bin Laden se produjo en plena ‘Primavera Árabe’, un momento de agitación en varios países musulmanes que Al Qaeda supo aprovechar, centrándose en la situación local en los distintos países y el malestar concreto hacia sus autoridades, pero sin perder nunca de vista su objetivo de una yihad global que permita, en último término, la instauración de un califato.

Al inicio de la pasada década el grupo terrorista, cuyo núcleo central estaba en la zona de Afganistán/Pakistán, contaba con filiales reconocidas en el Magreb (AQMI), en la península Arábiga (AQPA), en Somalia (Al Shabaab) y en Irak. Hoy en día, su presencia se ha mantenido en estos países con mayor o menor fortuna, y se ha propagado a otras zonas, en particular hacia el Sahel, donde opera el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM).

Bajo el mando de Al Zawahiri, al que siempre se ha reprochado su falta de carisma en comparación con Bin Laden, Al Qaeda no solo ha sabido sobreponerse a la pérdida de su líder, sino que también ha sobrevivido a la escisión de Estado Islámico, cuyo origen fue la filial en Irak, y posteriormente del Frente al Nusra, que pasó a ser la filial oficial en Siria tras el cisma con Abu Bakr al Baghdadi.

Unión

El veterano yihadista egipcio consiguió que todas las filiales le juraran su lealtad e incluso en 2014 lanzó una nueva franquicia, Al Qaeda en el Subcontinente Indio, y aunque vio como Estado Islámico se convertía en el grupo terrorista estrella en la escena mundial, supo evitar una sangría con un trasvase masivo de combatientes.

“No recibe el crédito suficiente por haber mantenido a la red cohesionada en unos momentos tan desafiantes”, resume Tore Hamming, experto del International Centre for the Study of Radicalisation (ICSR), en un reciente artículo en Lawfareblog.

Aunque la pérdida de la preeminencia en la yihad global pueda considerarse como un fracaso de Al Zawahiri, tampoco está claro si de haber seguido vivo Bin Laden no se habría producido el cisma con Al Baghdadi, dado el distanciamiento que el grupo que lideraba había protagonizado con la doctrina y las prácticas de Al Qaeda.

Y al mismo tiempo tuvo una contrapartida beneficiosa para los de Al Zawahiri, ya que los esfuerzos antiterroristas a nivel mundial pusieron su foco principalmente sobre Estado Islámico, dejando a Al Qaeda vía libre para reorganizarse y para consolidarse, acelerando su “localización” y sus lazos con grupos locales, apoyando a la población de sus áreas de actuación y evitando alienarlas con sus actividades.

Más combatientes que nunca

“Hoy en día, Al Qaeda tiene más combatientes activos en más países que nunca. Se ha fortalecido sin hacer sonar las alarmas en las capitales occidentales, construyendo una base popular a través de su esfuerzo de ‘localización’ mientras que aún persigue su capacidad de llevar a cabo ataques terroristas transnacionales”, resume Katherine Zimmerman, experta de American Enterprise Institute, en un artículo para Hudson Institute.

Según The Soufan Center, Al Qaeda contaría en la actualidad con entre 30.000 y 40.000 combatientes en todo el mundo. El grupo ha concentrado sus acciones en varios escenarios concretos: Afganistán/Pakistán, el Subcontinente Indio, Siria, Yemen, África Oriental, el Magreb y el Sahel.

Antiguamente, subraya Zimmerman, los principales líderes de Al Qaeda, su núcleo central, estaban concentrados en la primera región, donde se cree que se encontraría Al Zawahiri, pero hoy en día “están dispersos en las filiales así como en Irán y siguen ofreciendo las líneas estratégicas a los líderes de las filiales”. “Las propias filiales siguen siendo fuertes, en muchos casos más fuertes que sus homólogas de Estado Islámico”, incide la experta.

Sin embargo, el hecho de que Al Qaeda no haya perpetrado atentados de gran envergadura en los últimos años ha generado una cierta sensación de que el grupo ya no es la amenaza que era en otra época, algo que los expertos en yihadismo se afanan por refutar, sobre todo en un momento en que Estados Unidos y sus aliados prevén retirarse de Afganistán, donde los líderes del grupo terrorista siguen teniendo un refugio seguro pese al acuerdo entre Washington y los talibán.

Sigue siendo una amenaza

“Una década después de la muerte de Usama bin Laden, Al Qaeda sigue siendo una amenaza, una que podría convertirse en metástasis tras la retirada de Estados Unidos”, escribía esta semana The Soufan Center, el centro de estudios que dirige Ali Soufan, un antiguo agente del FBI y que fue de los primeros en investigar al grupo terrorista y su líder.

“La fatiga de Occidente con la llamada ‘guerra interminable’ y la necesidad de desviar recursos de la lucha antiterrorista hacia otras prioridades de seguridad nacional aliviará la presión sobre Al Qaeda”, advierte por su parte Zimmerman, que subraya que “el grupo está esperando pacientemente para reivindicar la victoria tras la retirada estadounidense de Afganistán”.

La organización que fundó a finales de los años 1980 Bin Laden ha sabido posicionarse para volver a estar al frente del yihadismo salafista en los próximos años, previene, incidiendo en que “la tarea de separar a Al Qaeda de las comunidades en las que se ha consolidado no es fácil”, ya que esta estrategia de localización les ofrece “acceso al terreno, recursos y potenciales reclutas” y en muchos contextos goza incluso del beneplácito de la población local.

Rumores

Pero el grupo terrorista afronta también un momento incierto en cuanto a su liderazgo. En los dos últimos años ha encadenado la pérdida de varios de sus líderes –entre ellos Hamza bin Laden, hijo de su fundador, o Abú Muhamad al Masri, su ‘número dos’– a lo que se han sumado en los últimos meses los rumores sobre que el propio Al Zawahiri habría muerto o estaría muy enfermo.

Al Qaeda publicó hace unas semanas un mensaje de Al Zawahiri con el que a priori buscaba ofrecer una prueba de vida pero que no acabó con las especulaciones, ya que sus comentarios sobre la persecución de la minoría musulmana rohigya en Birmania eran atemporales. De confirmarse la muerte del egipcio, el siguiente en la línea sucesoria sería Saif al Adel, ‘número tres’ en el escalafón hasta hace solo unos meses.

Al Adel sería el sucesor lógico, dada su trayectoria en las filas de Al Qaeda y su lealtad contrastada hacia Bin Laden, pero el hecho de que esté en Irán –donde parte de la cúpula de Al Qaeda se instaló tras la invasión de Afganistán en 2001– supondría un problema.

“Irán tendría una influencia significativa sobre el emir de Al Qaeda y probablemente le impondría restricciones”, comenta Hamming. “Esto no solo limitaría su control sobre el grupo sino que volvería a Al Qaeda vulnerable a las críticas de yihadistas rivales, que desacreditarían al grupo” puesto que Irán es un país de mayoría chií y el grupo terrorista es preeminentemente suní.