Pueblo sin mundo, un despliegue de simbolismo que se vuelve un viaje inolvidable hacia lo desconocido

La obra Pueblo sin mundo nos sumerge en un universo poético y visceral donde lo apocalíptico y lo esperanzador conviven en una compleja red de simbolismos y emociones. Protagonizada por un talentoso elenco local, es la tercera parte de la trilogía Los instrumentos comunes, que incluye Papá Barbie y La Familia Finisterre.

La trama de Pueblo sin mundo nos lleva a un lugar incierto, que para la autora son “hipótesis del fin” porque “no sabemos cómo es la muerte realmente”. Los protagonistas son un grupo de sobrevivientes de una catástrofe, acompañados por tres monos y el hijo de La Parca, que deambulan a la deriva en un arca. Esta figura, La Parca, es presentada como la primera drag queen del mundo, una diosa disponible, una imagen muy poderosa de la muerte que salva a los sobrevivientes pero que finalmente decide renunciar.

Gagliano imprime un ritmo vertiginoso a esta pieza que el elenco lleva de manera excepcional, mostrando la versatilidad necesaria que requiere el dinamismo de cada escena.

La atmósfera visual y sonora crea una sensación de caos que refleja la crisis existencial de los personajes. En este contexto, la obra plantea preguntas sobre cómo seguiremos construyendo ficciones en un mundo donde las viejas historias ya no parecen suficientes para sostener la realidad que vivimos.

Una dentro de otra

Como en las otras obras de la trilogía, Gagliano utiliza aquí la metáfora de las “cajas chinas”, donde cada obra contiene elementos y referencias de la anterior: “El germen de la próxima obra sucede en el final de la anterior”, dice la directora, quien considera esta trilogía como un gran ciclo de pensamiento, un recorrido que investiga los límites del lenguaje, el poder y la colectividad. Cuestiona los dogmatismos y se esmera en resaltar el conflicto de la humanidad frente a los temas universales.

A pesar del tono apocalíptico que predomina en Pueblo sin mundo, la obra no se aleja del humor, el texto se ríe de todo, y condensa sobre el final escenas de un devenir caótico pero al mismo tiempo de completa belleza y disfrute para el ojo del espectador. Gagliano logra equilibrar lo trágico con lo cómico, utilizando el surrealismo para romper con las expectativas.

Este manejo de distintos registros, donde el género, los acuerdos establecidos, las cosas más inmensas están presentes, invita al público a reflexionar sobre la responsabilidad, el fin de la vida y el poder mismo.

Del lado de la sospecha y de la duda, durante una hora y media su opulencia visual, su poética cruda y su narrativa desafía las nociones tradicionales del tiempo y el espacio. La obra invita al espectador a un viaje donde la muerte es solo el comienzo de una reflexión más profunda sobre el sentido de la existencia.

Para ver

Sábados y domingos de octubre a las 20. Sindicato de Maravillas-La Nave Escénica, Libertad 326. Entradas por antesala.com.ar.

La obra Pueblo sin mundo nos sumerge en un universo poético y visceral donde lo apocalíptico y lo esperanzador conviven en una compleja red de simbolismos y emociones. Protagonizada por un talentoso elenco local, es la tercera parte de la trilogía Los instrumentos comunes, que incluye Papá Barbie y La Familia Finisterre.
La trama de Pueblo sin mundo nos lleva a un lugar incierto, que para la autora son “hipótesis del fin” porque “no sabemos cómo es la muerte realmente”. Los protagonistas son un grupo de sobrevivientes de una catástrofe, acompañados por tres monos y el hijo de La Parca, que deambulan a la deriva en un arca. Esta figura, La Parca, es presentada como la primera drag queen del mundo, una diosa disponible, una imagen muy poderosa de la muerte que salva a los sobrevivientes pero que finalmente decide renunciar.
Gagliano imprime un ritmo vertiginoso a esta pieza que el elenco lleva de manera excepcional, mostrando la versatilidad necesaria que requiere el dinamismo de cada escena.
La atmósfera visual y sonora crea una sensación de caos que refleja la crisis existencial de los personajes. En este contexto, la obra plantea preguntas sobre cómo seguiremos construyendo ficciones en un mundo donde las viejas historias ya no parecen suficientes para sostener la realidad que vivimos.
Una dentro de otra
Como en las otras obras de la trilogía, Gagliano utiliza aquí la metáfora de las “cajas chinas”, donde cada obra contiene elementos y referencias de la anterior: “El germen de la próxima obra sucede en el final de la anterior”, dice la directora, quien considera esta trilogía como un gran ciclo de pensamiento, un recorrido que investiga los límites del lenguaje, el poder y la colectividad. Cuestiona los dogmatismos y se esmera en resaltar el conflicto de la humanidad frente a los temas universales.
A pesar del tono apocalíptico que predomina en Pueblo sin mundo, la obra no se aleja del humor, el texto se ríe de todo, y condensa sobre el final escenas de un devenir caótico pero al mismo tiempo de completa belleza y disfrute para el ojo del espectador. Gagliano logra equilibrar lo trágico con lo cómico, utilizando el surrealismo para romper con las expectativas.
Este manejo de distintos registros, donde el género, los acuerdos establecidos, las cosas más inmensas están presentes, invita al público a reflexionar sobre la responsabilidad, el fin de la vida y el poder mismo.
Del lado de la sospecha y de la duda, durante una hora y media su opulencia visual, su poética cruda y su narrativa desafía las nociones tradicionales del tiempo y el espacio. La obra invita al espectador a un viaje donde la muerte es solo el comienzo de una reflexión más profunda sobre el sentido de la existencia.
Para ver
Sábados y domingos de octubre a las 20. Sindicato de Maravillas-La Nave Escénica, Libertad 326. Entradas por antesala.com.ar.La Voz

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