El calvario de la niñez en Haití y en Afganistán

A mediados de agosto último, dos acontecimientos de magnitud extraordinaria sacudieron al mundo: el terremoto de grado 7,2 en la escala de Richter con epicentro en Haití y el retorno de los talibanes al gobierno de Afganistán tras la huida hacia los Emiratos Árabes del presidente Ashraf Ghani y la salida caótica de las tropas estadounidenses y sus aliados militares en la Otan, tras 20 años de ocupación territorial.

Ambos hechos suscitaron el interés informativo internacional y mostraron de manera descarnada los avatares de la vida cotidiana en esos puntos del planeta, castigados de manera recurrente por el ímpetu de la naturaleza y la atrocidad humana.

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) fue uno de los actores institucionales que aprovechó el foco de atención para mostrar las penurias que viven a diario las niñas y los niños, tanto en el país de la América insular que parece abandonado a su suerte en el mar Caribe, como en la República Islámica del centro de Asia, rodeada por macizos montañosos y asolada por las guerras, casi sin solución de continuidad.

La agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que provee ayuda humanitaria a las infancias y madres en países en desarrollo acaba de publicar informes del uno y el otro con datos que estremecen: unas 540 mil personas que transitan la niñez, afectadas por el sismo en Haití, corren el riesgo de sufrir alguna enfermedad transmitida por el agua, como el cólera, u otras afecciones prevenibles en teoría, como diarreas o malaria. En tanto, calcula que un millón de niñas y niños sufrirán desnutrición aguda grave este año en Afganistán si no reciben tratamiento apropiado y cifra en unos 10 millones las y los comprendidos en esa franja poblacional que necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir.

Unicef aclara que, si bien Haití no registra ningún caso de cólera desde febrero de 2019, Bruno Baes, su representante en el terreno, avisó que “sin una acción urgente y más firme”, la reaparición de la enfermedad bacteriana y otros males transmitidos por el agua “constituye una amenaza real que aumenta día a día”.

Sobre llovido…

Antes del temblor (que arrojó un saldo de 2.207 personas muertas, 12.268 heridas, 320 desaparecidas y unas 25.500 desplazadas), apenas la mitad de las instalaciones sanitarias en los tres departamentos más afectados tenía acceso básico a servicios de agua. Además, tras la catástrofe, casi el 60 por ciento de quienes viven en la zona castigada carece de acceso al agua potable, con una situación especialmente dramática para las familias que se quedaron sin casa, apunta Unicef. Otra referencia importante que contempla: el movimiento telúrico afectó a 279 servicios de salud; a casi la mitad de ellos, de manera severa.

Cabe recordar que Haití (de 11,6 millones de habitantes) vivió en los últimos tres años una serie de crisis políticas, manifestaciones antigubernamentales, inseguridad extrema y pandemia de Covid-19 que agudizaron los problemas sociales y económicos que vienen de arrastre desde hace décadas.

El asesinato del presidente Jovenel Moïse perpetrado por sicarios armados que ingresaron a la residencia privada del mandatario en la madrugada del 7 de julio último y lo acribillaron a balazos, sobresale en la lista de hechos trágicos que castigaron al sufrido pueblo haitiano. Su esposa salvó la vida de manera milagrosa, aunque recibió heridas de gravedad que hicieron necesario su traslado de urgencia a los Estados Unidos.

Así las cosas, el primer ministro Ariel Henry anunció el viernes la postergación del reinicio de las clases y prometió seguir “trabajando duro” para que los estudiantes puedan volver a las escuelas lo antes posible, sobre todo en los departamentos del sur Grand Anse y Nippes, los más dañados.

Más de 260 establecimientos educativos se derrumbaron de manera total o parcial por el temblor, mientras otros presentan grietas que comprometen las estructuras y la seguridad de la comunidad educativa, informaron las autoridades de Educación.

Reclamo de ayuda

Además del llamamiento de 48,8 millones de dólares realizado para 2021, Unicef solicita ahora 73,3 millones de dólares para ampliar sus intervenciones en respuesta al terremoto en Haití y a los desplazados internos. Hasta ahora ha recibido menos del uno por ciento de la financiación requerida.

También plantea a donantes la necesidad de conseguir 192 millones de dólares para asistir a las familias e infantes vulnerables en Afganistán “que luchan en medio de una crisis humanitaria grave” provocada por la sequía extrema que lleva tres años consecutivos, la contingencia sanitaria signada por el Covid-19, las convulsiones políticas y sociales que recrudecieron tras el regreso de los talibanes al poder y la guerra civil sin tregua que lleva cuatro décadas sin pausas.

Unicef calcula que en la actualidad hay 4,2 millones de niñas y niños sin escolarizar y documentó más de dos mil violaciones graves a los derechos de la infancia, desde enero último.