Conservación del suelo: en La Perdiz, los cultivos toman vuelo desde las terrazas

Los momentos críticos en la mayoría de las ocasiones disparan oportunidades o aprendizajes. Un nuevo botón de muestra lo aportan los productores que integran el consorcio de conservación de suelos Las Tres Marías, que abarca más de 12.000 hectáreas del departamento Juárez Celman, entre Olaeta y Bengolea.

Entre 2014 y 2016 fue una de las regiones más perjudicadas por el exceso de lluvias: en una de esas campañas, entre enero y abril llegaron a caer 800 milímetros, el equivalente a lo que normalmente se acumula en un año. El exceso generó fuertes problemas de erosión hídrica, escorrentías en los campos, rotura de caminos y bajos que se inundaron y se transformaron en lagunas.

Esa crisis fue la oportunidad que vieron los productores para reunirse y abordar el problema. “Yo estuve casi 15 días sin poder ingresar a mi campo. Así que nos juntamos y contratamos un técnico para que hiciera el estudio de cuenca de la zona, para conocer cómo se movía el agua de lluvia e iniciar las intervenciones que fueran necesarias para aumentar los niveles de infiltración y retención”, relata Fernando Lagos, uno de los integrantes del consorcio.

Lagos es propietario del establecimiento La Perdiz, de 600 hectáreas, y trabaja además otras 1.200 en campos alquilados. Y es quien tiene para mostrar los beneficios que genera la sistematización de suelos a través de la construcción de terrazas y de curvas de nivel: hay 120 hectáreas que habían quedado bajo el agua tras aquellas inundaciones y que hoy han vuelto a producir soja, maíz, trigo y maní.

Intervención

En total, de las 12.585 hectáreas que integran el consorcio Las Tres Marías, ya hay 1.300 sistematizadas con terrazas de 30 metros de ancho.

“Sin terrazas ni curvas, cuando hay lluvias torrenciales, menos de la mitad del agua se infiltra y el resto escurre, formando lagunas. Con la sistematización, lo primero que uno logra es que no se formen nuevas lagunas y que, las que ya están, se vayan secando y esas tierras vuelvan a ser productivas”, explica Lagos.

A la par, hay estrategias agronómicas clave. “Como primera medida, hay que diseñar la terraza en un lote que salga de soja, no de maíz, porque tienen que tener poco rastrojo en la superficie”, explica Lagos.

En su caso, lo que hicieron fue quitar la cobertura dejada por la oleaginosa con un rastrillo estelar, porque sin rastrojo se logra una mejor compactación del suelo.

Las terrazas construidas por Fernando Lagos en su establecimiento La Perdiz tienen 30 metros de ancho. (Gentileza Fernando Lagos)

En lo que respecta a los terrenos recuperados tras varios años de estar anegados, lo normal es que se forme una costra a nivel superficial que hay que romper con una rastra de disco, de manera que recuperen capacidad de infiltración.

“El paso siguiente, es esperar entre seis meses y un año desde que desapareció completamente la laguna para comenzar a sembrar. Como la napa queda muy arriba, es importantísimo intensificar la rotación para que los cultivos bombeen el agua y evitar que vuelva a aflorar en la superficie”, agrega Lagos.

En el caso de La Perdiz y los otros establecimientos, practica una secuencia completa de trigo, soja, cultivos de cobertura, maíz y, cada seis años, se suma también una campaña con maní.

Por otro lado, si bien se trata de lagunas dulces, es posible que algunos sectores queden con exceso de sodio. La recomendación para corregir esta situación es realizar algún voleo de yeso.

Las terrazas permiten aumentar la infiltración del agua y mejorar la productividad. (Gentileza Fernando Lagos)

Otro aspecto que destaca Lagos es que estos trabajos se han podido desarrollar porque los contratos de arrendamiento son a cinco años.

“Es esencial, porque nadie va a hacer una obra de estas características si a la campaña siguiente no sabe si va a producir en ese campo”, argumenta.

Lagos asegura que los productores no deben tener temores de avanzar con la construcción de terrazas. “Muchos creen que hacerlas puede complicar la siembra o la pulverización, pero no cambia nada y los beneficios son muchos: se recuperan tierras, no se cortan más los caminos ni se forman cárcavas, y la mayor infiltración puede aumentar entre 15 y 20 por ciento los rindes”, resume.

Además, considera que este es un buen año para incursionar en la sistematización de suelos.

“Los ciclos menos lluviosos son los mejores para hacerlo, aunque no hay que dormirse porque la ventana para ejecutar las terrazas es corta, de marzo a julio o agosto. Pero hay que tener cuidado también de que la humedad no sea tan baja, porque si no, es posible que no se logre una buena compactación”, aconseja.