Evitar las estafas desde la cárcel

Las estafas que se operan desde el interior de las cárceles de la provincia de Córdoba no dejan de causar estupor. Miles de incautos ciudadanos y empresas de distinto rubro caen en el engaño de estas bandas de intramuros, que cuentan con la necesaria complicidad externa y con una estudiada logística que pone en duda la capacidad de control de las autoridades y de los agentes de los penales.

Los últimos delitos tuvieron como cabecillas a presos alojados en las cárceles de Bouwer y de Cruz del Eje. Las estafas en modo virtual fueron descubiertas por investigadores de la provincia de Chubut, lo cual pone de relieve el poder de ramificación de las maniobras. Según se evalúa, son unos 10 mil los damnificados en gran parte del país.

Nada nuevo respecto de otros resonantes episodios de similares características. Se trata de estafas virtuales y bancarias con la modalidad de acceso al número de teléfono, al correo electrónico y a las cuentas de las víctimas. Todo en el contexto de una decidida como sugestiva libertad de acción.

Otro aspecto que no deja de llamar la atención estriba en que, según la pesquisa de la Justicia chubutense, los reclusos se movían con aparatos de telefonía celular dentro de sus celdas. Una vez sustraídos datos personales de las víctimas, ponían en ejecución el ardid conocido como “clonación de tarjetas SM”, un delito en auge en la Argentina.

Ha sido motivo de fuertes controversias la tenencia de celulares en manos de los reos, que de manera inexplicable eluden el control de los guardias.

¿Hay sólo complicidades puertas afuera de los penales? ¿O estos reclusos condenados por delitos graves gozan de alguna connivencia interna?

La cárcel es el lugar asignado por la Justicia para que los ciudadanos que delinquieron purguen una condena y puedan reintegrarse a la sociedad. Pero es inadmisible que aun en el encierro continúen abrumando a la comunidad.

Las autoridades políticas y carcelarias de la provincia de Córdoba deben poner mayor empeño en erradicar de una vez por todas estas defecciones, que no sólo se remiten a las estafas virtuales sino también a la narcocriminalidad. Pesos pesados del submundo del delito han dado muestras fehacientes de su poder, incluso privados de su libertad en algunos de los penales cordobeses.

No alcanza con las recomendaciones a la población de tomar las prevenciones ante llamadas telefónicas de dudosa procedencia. Las autoridades deben ponerse al frente de una compleja misión aún sin dirimirse en los institutos penitenciarios para reclusos mayores y en aquellos que alojan a menores de edad en conflicto con la ley penal.

Corren tiempos de campañas electorales. Sería auspicioso que los candidatos al Congreso vayan esbozando algunas propuestas en materia de seguridad. Los delitos perpetrados desde las celdas son parte de un problema creciente.

En síntesis, las cárceles son los ámbitos para recuperar a personas que se malograron en un destino errático. Pero no para estafar a una sociedad ya demasiado desprotegida.