Perú: Pedro Castillo arranca con el pie izquierdo

El pasado 28 de julio, en coincidencia con la celebración del bicentenario de la independencia del país andino, Pedro Castillo asumió como presidente de Perú.

Cabe recordar que, una semana antes de la primera vuelta (11 de abril), Castillo –un maestro campesino, sindicalista, candidato de Perú Libre, con un discurso populista de izquierda radical– no figuraba entre los primeros cinco candidatos con aspiraciones a la presidencia.

Pese a ello, aprovechando la alta fragmentación (18 candidatos) y el malestar con la política tradicional, obtuvo sorpresivamente el primer lugar con un escaso 18,9 por ciento. Y en la segunda vuelta (6 de junio) derrotó a Keiko Fujimori –candidata de Fuerza Popular, de tendencia de derecha radical– en una contienda altamente polarizada y plagada de discursos de odio, de descalificaciones y de noticias falsas, por una ventaja mínima de 44.263 votos.

Las denuncias de fraude presentadas por Fuerza Popular fueron desestimadas en su totalidad por la Justicia electoral. A juicio de los observadores internacionales (OEA y Unión Europea) y nacionales, el proceso electoral fue legal y legítimo, cumplió con los estándares internacionales de integridad electoral y los organismos electorales actuaron de manera profesional e independiente.

Desafíos mayúsculos

Castillo asumió la presidencia en una posición de marcada debilidad y en un contexto adverso. Tiene ante sí un reto mayúsculo con cuatro desafíos principales: 1) serenar y estabilizar al país; 2) garantizar la gobernabilidad democrática y evitar ser vacado (destituido) por el Congreso; 3) hacer frente a los estragos causados por la pandemia tanto en el ámbito de la salud como en el económico-social, y 4) renegociar un nuevo contrato social que incluya –eventualmente– una nueva constitución política.

La pandemia ha golpeado al Perú con especial fuerza dejando al descubierto la debilidad del Estado. El saliente presidente, Francisco Sagasti, deja un buen stock de vacunas y un programa de vacunación bien encaminado. El reto para Castillo pasa por acelerar su ritmo, controlar las nuevas variantes y fortalecer el sistema de salud pública.

En materia socioeconómica, el desafío consiste en generar confianza para reactivar la economía (que en 2020 sufrió una caída del 11,1% del PIB) y crear empleo. También deberá renegociar el contrato social para atender lo que Castillo denomina “el malestar de las mayorías”, pero evitando agravar la salida de capitales (ya se ha fugado más del seis por ciento del PIB) y espantar la llegada de la inversión extranjera.

Encrucijada

Es difícil anticipar cómo responderá Castillo a los múltiples retos que tiene por delante: puede inclinarse hacia un modelo populista con o sin rasgos autoritarios, o hacer un giro hacia la moderación y el pragmatismo buscando impulsar su agenda de manera gradual y con respeto a los procedimientos democráticos. Si escoge el primer, camino le espera un escenario de mucha confrontación e inestabilidad y el riesgo de ser vacado. Si en cambio opta por el segundo, tendrá posibilidades de sumar nuevos apoyos en el Congreso que le permitan fortalecer la gobernabilidad.

Los mensajes enviados en estos primeros días son confusos. Si su discurso de toma de posesión se caracterizó por la moderación, por el contrario, la elección del primer ministro y la integración del gabinete han sido interpretados como una concesión al ala más dura de su coalición, que encabeza Vladimir Cerrón, líder del partido Perú Libre, de tenencia marxista-leninista.

El nuevo primer ministro, Guido Bellido, es un diputado oficialista, también de tendencia marxista y cercano a Cerrón. Tiene mala imagen en amplios sectores por sus posiciones políticas extremas –considera que Cuba no es una dictadura ni que Sendero Luminoso sea un grupo terrorista–, por sus comentarios misóginos y homofóbicos y por estar vinculado –al igual que Cerrón– con hechos de corrupción. La integración del nuevo gabinete tampoco ayuda a generar confianza y a ampliar la base de apoyo. La mayoría de los nuevos ministros son poco conocidos. Figuras que podrían haber ayudado a conformar un gabinete más moderado y con mayor credibilidad declinaron participar debido al nombramiento de Bellido. Tampoco existe claridad acerca de cuáles serán las prioridades en política exterior, cuyo canciller, Héctor Béjar, cuenta con una importante participación política a nivel nacional, pero escasa trayectoria internacional.

Ambas decisiones hicieron sonar todas las alarmas, incluso entre ciertos grupos que apoyaron a Castillo bajo la promesa de que su gobierno no será “ni de comunistas ni de terroristas” y que buscaría un manejo equilibrado de la economía. La Bolsa cayó seis por ciento y el dólar alcanzó su máximo histórico.

Otro potencial foco de fuerte confrontación es la propuesta de Castillo de convocar a una Asamblea Constituyente, pero con respeto a los procedimientos establecidos en la actual Constitución, lo cual implicaría su modificación (el texto actual no contempla este mecanismo), seguida de la celebración de un referendo popular y, de ser aprobado, iniciar la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Esta propuesta enfrenta una fuerte resistencia en el Congreso, institución en la que el oficialismo cuenta con sólo 37 del total de 130 diputados. Además, Perú Libre no forma parte de la nueva mesa directiva, la cual está en manos de la oposición moderada, cuya presidenta, María del Carmen Alva, ya expresó su oposición a la propuesta oficialista.

Resumiendo: Perú acaba de salir de un largo y conflictivo proceso electoral y entra de lleno en un escenario político muy polarizado, con alto nivel de confrontación e incertidumbre. No está claro si estas decisiones obedecen a una concesión forzada de Castillo al ala dura que lidera Cerrón o si forman parte de una estrategia que busca provocar un enfrentamiento temprano con el Congreso, ya que si este da un voto de no confianza en dos ocasiones a la designación del primer ministro y del gabinete, la Constitución le permite al presidente disolver el Congreso y llamar a elecciones para elegir uno nuevo. Veremos qué sucede con el primer voto de confianza que tendrá lugar en las próximas semanas.

Lo que si está claro es que el riesgo de repetir el choque de trenes entre el Congreso y el Ejecutivo (que durante el último quinquenio produjo cuatro presidentes y dos congresos) sigue latente en el Perú. La presidencia de Castillo arrancó con el pie izquierdo.

* Director regional de Idea Internacional