Farré, a 10 años del ascenso de Belgrano contra River: la “explosión interna”, “el secreto” de la remera y “la pelota de su vida”

Todo aquel que alguna vez jugó a la pelota en el nivel que lo hiciera, siempre soñó con hacer un gol y quedar para siempre recordado por todos. Así le pasó a Guillermo Farré, aquel volante que llegó desde la B Metro y se ganó un lugar en el corazón del hincha.

Pero además su nombre será recorado por siempre en la historia mundial del fútbol por aquel gol en el Monumental. Una conquista que llevó a Belgrano a Primera y le hizo morder el polvo a un gigante como River.

–¿Cómo cambió tu vida después de ese gol?

–Es muy loco, está presente todo el tiempo en mi vida. En cualquier broma futbolera, está presente. Fue algo importante para Belgrano y para el país. En el momento no te das cuenta. Y después corre el tiempo y vas entendiendo lo que pasó. Yo no me acuerdo del ascenso de otros equipos. O el periodismo no se acuerda. Este está en la mesa siempre. El tiempo jerarquiza el logro.

–¿Qué se siente con ese paso del tiempo?

–Ascendimos un domingo y en una semana estábamos entrenando para mantener a Belgrano a Primera, para lograr 50 puntos en la temporada. Y era un desafío. Y con el tiempo empiezás a valorar el camino. Lo valorás cuando no lo recorrés. Y hoy, que no estoy en la vida de futbolista, me digo ‘la putá que lo parió’ hoy ya es tarde, es nostalgia. Valorás el camino que hiciste. Lo querés volver a vivir y no podés. En el día a día no lo disfrutás. Y absorbés las críticas y no valorás las alegrías. Todo el tiempo estás reivindicando lo que hiciste. Es loco. Ganaste 10 partidos y tenés que ganar 11. Cómo vas a perder después de 10 triunfos, se piensa. Es medio deprimente el dejar el fútbol. Primero decís, me libero. Luego, el cuerpo te pide esa exigencia. Muchos jugadores no resuelven el día después. El que es pasional, extraña esa exigencia.

–¿Cómo fue esa semana previa al partido con River?

–Lo primero, cuando supimos que el rival era River, fue una puteada. Yo venía de las experiencias de las Promociones con Racing y Rosario Central y cuando vimos que era River, dije “es imposible”. Bueno, después pasan los minutos y asumís la situación. Y lo afrontás. Y te motivás. Si ganás, es histórico. Si perdés, era lógico. No teníamos nada que perder. Al frente teníamos algo mucho mayor que el ascenso. Y eso pasó.

–¿Cómo vivieron los días entre el primer partido y el segundo? Porque vieron que se podía ganarle a River.

–Sí, pero también te empieza a jugar el aspecto emocional del momento. En el primer partido, no teníamos nada que perder. Nos encontramos con la ventaja. En el segundo partido, los que teníamos todo para perder éramos nosotros. Pero era River. Y era factible perderlo. Y el miedo, el temor hace que no juegues con la misma frescura. Nos hicieron un gol rápido y queríamos aguantar esa diferencia. Y jugamos inhibidos. Hablamos mucho en ese entretiempo de que peor de lo que jugamos no íbamos a hacerlo. Ajustamos detalles. Jugamos mejor y empezó la desesperación de River y pudimos jugar nosotros. En la cancha de Belgrano se jugó con una fiesta única. En la cancha de River era otra la historia.

–Luego del gol, entre tu propia emoción y la del equipo, ¿lograste sentir el silencio de la gente de River y el alarido de los hinchas de Belgrano?

–Quizá vos (como periodista) lograste ver toda la escena y todo lo que pasaba. Lo mío, en ese momento, fue más personal. Yo sentí una explosión interna. Me salí de lo que pasaba afuera. Ese grito al cielo fue sacarme de adentro toda la adrenalina del partido, porque no estábamos jugando sueltos. Exterioricé mi alegría, con el sentimiento. Obviamente, que entre ir y venir después del gol, se sintió todo eso que pasaba en el estadio. Tenía ganas de abrazar a todos los hinchas. Se ve en el festejo. El grito interno que tuve tapó todo.

El grito al cielo de Guillermo Farré luego de su gol en el partido que Belgrano empató con River en la Promoción de 2011. (La Voz / Archivo)

–¿Qué se dijo en el abrazo del festejo?

–Hay de todo. Recuerdo que me dijeron “¿a dónde vás?”, “¡vamos a festejar al rincón!” donde estaba la hinchada de Belgrano. Se te cruza la felicitación. En el grito y en la palabra, percibís la felicidad de tus compañeros. En la fonética de la palabra estaba la alegría. Te lo digo y recuerdo ese momento. Queríamos abrazarnos todos por lo mismo. La felicidad plena.

–¿Cuándo te diste cuenta que el ascenso estaba cerca?

–Después del penal que atajó “Juanca” (por Olave), empezás a percibir que el partido se pone a tu favor. Parecía que teníamos más aire que el rival. Teníamos dos o tres jugadores donde ellos tenían uno. Con el correr de los minutos, el penal de “Juanca” fue a los 24 y a los 35 yo percibí que estaba controlado… aún así… hasta que no entró toda la gente de seguridad no pudimos soltar esa alegría. En ese momento, llorábamos. Estábamos muy concentrados.

–¿Dónde está la remera del ascenso?

–Ja, ja, está bien guardada.

–¿Te la han querido comprar?

–Algunos han preguntado. La tengo muy bien guardada porque son prendas especiales. Tengo todo el equipo. Y esa remera es especial. Por más que esté rota… porque tenía un parche. Es el logro más grande mi carrera.

–¿Qué recordás de ese vestuario en la cancha de River?

–Después de la finalización del partido. Y esa salida fue rara porque nos tiraban de todo. Parecía que era el infierno, porque salimos del infierno. Y cuando cruzamos esa puerta hacia el vestuario. Fue todo algarabía, llantos, emoción. Fueron tres horas maravillosas encerrados en la cancha de River. Salimos a saludar a los hinchas. Brindamos, lloramos. Nos hubiéramos quedado toda la vida ahí.

–¿Quién hacía la arenga antes de los partidos con River?

–Gastón Turús era el que hablaba, junto con Olave. Y nosotros hablábamos de la experiencia que teníamos en Promociones y que River no tenía eso de haber jugado una Promoción. Estaban Campodónico, “Chiqui” Pérez, Tavio y ellos tenían partidos por el ascenso. Y sabíamos cómo jugarlo. Y para ellos era difícil porque tenía una carga emocional que los condicionara. En el primer partido se percibió eso.

–¿En algún momento te quedaste solo y vislumbraste lo que habías logrado?

–Fue un ascenso muy de todos. Al otro día, en Córdoba, fuimos hasta el centro, la caravana. Volver al predio. Tuve la suerte que mi familia pudo estar en Córdoba y vino ha recibirme. Por el gol, fui uno de los que más requerían los medios. Y fui uno de los últimos en irme del predio y ese momento es uno de los que puedo percibir como un momento único. En una cancha del predio, en la 1, estaba con mis hermanos, mi familia y estábamos caminándola y ahí sí, fue un momento solo que tuve. Y lo compartí con mi familia. Con la gente que me acompañó en todo el camino. Ellos también lo merecían.

–¿Qué pasa en tu cabeza en el momento del gol?

–A ver… es decisión y acción. El fútbol no te permite pensar tanto. Tenés que ejecutar y la velocidad en toma de decisiones es todo. La concentración te ayuda. En el momento, yo decidí ir a buscar la jugada, con la decisión de que la pelota no pique. Y ejecuté una acción para que eso pase. Decisión y acción. Con el diario del lunes querés que te diga qué analicé… es todo verso. Es difícil pensar en todo lo que te llevó ahí en el momento en el que cae la pelota. Sí te puedo decir que hay un porqué en el proceso de decidir lo que decidí. Es todo un estado mental que se viene cultivando en años de carrera. Para mí, era la pelota de mi vida. Yo fui porque estaba convencido que había que pegarle así. Eso está detrás de la historia. Si no, me quedaba en mitad de cancha, aguantando la ventaja que teníamos.

–¿Guardás recortes de diarios de aquel día?

–Mientras fui jugador me valía del día a día. En mi casa no hay ni un cuadro mío de jugador. No hay una remera colgada. Ahora, las fotos que tengo las guardo. O cuando me meto en internet y veo las fotos… empezás a pensar por qué no las guardé. Y ahora estoy queriendo recopilar material. Fotos y videos para que los que hijos luego puedan verlo.

–Tus hijos van a ser toda la vida los hijos del que le hizo el gol a River.

–No es que uno sea muy fanático de uno. Se vive con naturalidad en casa. Sé que en Córdoba, el que sea futbolero se lo recordará en el colegio. Pero no es que estoy diciéndoles yo esto, yo aquello. El otro día uno de los chicos me dijo que le habían dicho que su papá había hecho un gol importante, ja, ja. Sé que ese gol da el nombre, el apellido, por decirlo, pero todo normal.

–¿Lloraste en algún momento?

–Lloré cuando entró la seguridad en la cancha. Estaba Carlitos Arbulú a mi lado y ahí vi cómo estaba el estadio. Habiendo logrado lo que estábamos logrando. Ese momento de afloje me hizo caer una lágrima.

–¿Alguna vez imaginaste que te iba a pasar lo que te pasó?

–No. Cuando empezás querés ser tal o cual jugador. Querés llegar a eso. Anhelaba ser alguien. Sin duda que mi paso en Belgrano jerarquizó mi carrera. Seguro que no estuve en Europa, pero que mi nombre esté vinculado a ese evento del fútbol, es un elogio a mi carrera, a mi constancia. Ser alguien reconocido es algo que acepto de muy buena manera. Claro que soy el Farré que le hizo el gol a River. Depende de dónde jugués, tenés más repercusión. En lo personal, hice ese gol ante un equipo mediático y eso se trasladó a muchas partes del mundo. Es una carta de presentación para mí que debo proteger. Hay una persona y hay que preservarlo. Muchos pueden verse reflejados en mí. Yo a los 30 logré eso. Muchos creen que a los 26 años se les termina la carrera. No es así.

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