Hacia otra década perdida

América latina (AL) es la región más injusta del mundo, según la distribución del ingreso, y donde la crisis por la pandemia del Covid-19 hizo aumentar más la pobreza extrema. La región venía con tensiones sociales en la mayoría de sus países y la crisis sanitaria mundial ha impactado en su economía.

La necesidad de aislamiento y de mantener cerradas las actividades productivas y comerciales impactó en la economía y en la recaudación.

2020 fue un año de alto retroceso para todos los países de AL, pero Argentina, que venía con malos indicadores, ha sido uno de los países con mayor retroceso.

Según datos del Banco Mundial, entre 2000 y 2019, el crecimiento anual de la región de América Latina y el Caribe fue en promedio 1,6 por ciento.

Comparado con otras regiones del mundo, ese resultado es pobre: Asia del Este creció 4,8 por ciento; Europa y Asia Central, 1,9 por ciento; Medio Oriente, 2,9 por ciento; Asia del Sur, 6,5 por ciento, y África Sub Sahariana, 3,5 por ciento. También implica que el aumento de la riqueza per capita fue de sólo 0,56 por ciento, lo cual no permite una mejora de la calidad de vida para la población.

Según el economista Remes Lenicov, desde 1983 Argentina creció menos que toda América latina, con excepción de Venezuela. Muestra 21 años de crecimiento y 16 de caída. Sólo hubo dos períodos de bonanza: 1991/1997 y 2002/2008, dos momentos con un gran aumento de las exportaciones nacionales.

Para este año, los organismos internacionales esperan para AL una recuperación que se proyecta en 1,8 por ciento. Pero claramente esta tasa de crecimiento no va a lograr que la brecha de renta por habitante entre los países de la región y los desarrollados se empiece a cerrar.

El crecimiento, durante este año y el siguiente, va a depender de varios factores, como la evolución de la pandemia, el ritmo de vacunación y el comportamiento de las principales economías del mundo.

Los avances en materia de vacunación son muy disímiles: Estados Unidos lo hace rápidamente (26 por ciento de la población vacunada y 200 millones de dosis); en Alemania, menos del siete por ciento de la población, y en Japón, menos del uno por ciento, con tres millones de dosis. La economía mundial necesita un ritmo de inoculación más vigoroso.

Factores intrínsecos

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) considera que la caída económica en nuestra región es más fuerte debido a causas como la densidad demográfica, la informalidad y la mala infraestructura sanitaria. Además de la falta de conectividad para trabajar en casa, escasa vigilancia del confinamiento y una situación fiscal precaria al comienzo de la crisis pandémica.

Estas causas no sólo significaron un impacto económico, sino también más cantidad de infectados y de muertes que en países y en regiones con otras condiciones previas. No hubo diferencias notorias entre aquellos países que decidieron privilegiar la salud y los que anunciaron privilegiar la economía.

Por las condiciones previas, todos terminaron con grandes caídas económicas y altos números de muertes. Uruguay puede ser la excepción que confirma la regla: su economía cayó seis por ciento, pero con pocas muertes.

Según la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal), antes de la crisis del Covid-19 la región ya registraba un bajo crecimiento económico, de sólo un 0,3 por ciento en promedio en el período 2014/2019.

Ilustración Eric Zampieri

Su rebote no alcanzará a recuperar la caída de 2020. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en su informe sobre perspectivas económicas mundiales para 2022, el rebote será más lento que en 2021: espera un crecimiento de la región del 3,3 por ciento contra 4,5 por ciento.

El BID también hace sus pronósticos: “La región saldrá de la crisis con un mayor endeudamiento, más pobreza y un aumento de la desigualdad del ingreso”, vaticina. Para la entidad, la pobreza extrema pasará en la región del 12,1 al 14,6 por ciento, y los países con más importancia del turismo sufrirán más.

Para el BID, el escenario más positivo marca un crecimiento del 4,1 por ciento este año, pero puede ser del 0,8 por ciento, según la magnitud de la segunda ola de contagios y de un crecimiento menor de Europa y de Estados Unidos en un escenario más pesimista.

En su informe, el banco regional reclama que los países realicen reformas fiscales urgentes impulsando la productividad, las cadenas de valor y la creación de empleo.

Se necesitarían entre cinco y siete años para volver solamente a los números de 2019. Argentina creció lentamente en las últimas décadas. América latina también ha mostrado un débil crecimiento en los últimos años, lo que nos lleva a pensar en que no habría incrementos entre 2019 y 2029, por lo cual estaríamos ante una nueva década perdida.

Si nuestro barco avanza a la misma velocidad, en 10 años estará en la misma posición que hace dos años.

Cualquier otra situación que complique la economía mundial, como una nueva guerra comercial entre las potencias o la aparición de otro hecho imprevisto que desacelere la economía global, complicaría aún más a la región. La arrastraría a que sólo mantenga el producto interno bruto (PIB) per capita, sin lograr un aumento de la calidad de vida de los latinoamericanos.

Argentina, por su parte, le agrega a ese combo nuestra “tradicional” inflación y el déficit fiscal.

Según los datos elaborados por el FMI, las dos economías más grandes de la región –México y Brasil– crecerán este año cinco y 3,7 por ciento, respectivamente. Para 2022, el pronóstico es menos optimista, con una proyección de tres por ciento para México y 2,6 por ciento para Brasil.

Esperan una recuperación leve y habrá variadas velocidades en la región, debido al repunte global de los precios de materias primas que son exportadas por Perú, Argentina, Uruguay y Brasil.

Es importante para la región que los dos países más grandes crezcan y se revitalicen. La pandemia ha golpeado fuerte a México y a Brasil, a la vez que la vacunación marcha despacio.

Cómo no perder otra década

En lo que respecta al comercio internacional, es para destacar que entre 1990 y 2007 el volumen del comercio mundial de bienes aumentó a una tasa promedio de 6,2 por ciento anual; entre 2012 y 2019, el crecimiento fue de sólo 2,3 por ciento. Asimismo, la participación de las exportaciones de bienes y servicios en el PIB mundial alcanzó un máximo del 31 por ciento en 2008 y desde 2015 se ha situado alrededor del 28 por ciento.

Los dos períodos de crecimiento económico de Argentina fueron ambos momentos de expansión de sus exportaciones. Un Mercosur cerrado no ha ayudado a expandir nuestro comercio internacional. Argentina y AL necesitan una mayor internacionalización y sumarse a cadenas globales de valor. Los precios de las materias primas pueden ayudar en los próximos años.

Los organismos internacionales dividen a los países de la región en dos: los que tienen alta recaudación y los de recaudación media o baja. Los primeros no tienen espacio para aumentar los impuestos sin impactar en la inversión, y los segundos tienen espacio para que crezca la recaudación, siempre que se utilice correctamente al gastarla. Argentina está en el primer grupo.

Las recomendaciones de los organismos van todas en el sentido de mejorar la eficiencia del gasto, promover el empleo formal y una mayor integración a través de la internacionalización. Algunos países han bajado impuestos al trabajo para promover más empleo y más formalización. ¿Hará Argentina algo en ese sentido?

La situación internacional y la pandemia no han hecho grandes diferencias entre mejores y peores alumnos en la región; todos han caído y corren peligro de una lenta recuperación.

El camino de la mejoría puede ser aún más lento para países como Argentina, con tantas cuestiones pendientes por resolver.

* Docente en la UNC, la UCC y UES21