¿El objetivo de Talleres? La regularidad

No ha sido poco para Talleres haberle ganado a Independiente. La cotización de su victoria, fue, al menos por un par de horas, muy alta. Apenas terminó el partido lo reflejó la tabla de posiciones: se lo pudo ver al equipo albiazul con 12 puntos, en la cuarta posición en el grupo “B”. 

Esa lectura, aun sabiendo su posible corta vida por la dependencia de resultados posteriores, no deja de ser una gratificación, un premio, pero a la vez constituye un llamado a la cordura, a la obligada reflexión sobre por qué un equipo que puede ganarle a Boca Juniors en La Bombonera, a la semana siguiente hasta debe festejar un magro empate ante Godoy Cruz, y una semana más adelante le alcanza para voltear a otro equipo grande como Independiente.

Un dato no menor: si los albiazules le hubieran ganado al equipo mendocino, la tabla de posiciones lo hubiera ubicado, tras el triunfo del sábado pasado, en el segundo lugar, involucrado a pleno en el entrevero para luchar por el título. 

Una buena manera de responder esa cuestión es metiéndose en las entrañas mismas del triunfo ante Independiente, su equipo-espejo en este campeonato, su imagen calcada pero vestida de rojo, su semejante más fiel al ofrecer lo bueno y al expresar también lo malo en un campo de juego. 

Ambos son generosos por su ambición ofensiva, por el ejercicio de la iniciativa permanente. Muestran jugadores que, más allá de sus características, tienen incorporado el mensaje de sus entrenadores. Van al frente, piensan en el arco rival, sabiéndose capaces de llegar al gol, pero entendiéndose a la vez como conjuntos permeables, imprevisibles, sujetos a ir de un extremo a otro varias veces en un mismo encuentro. 

No extrañó entonces que Talleres pegara dos golpes casi de nocaut al “rojo”, en el final del primer tiempo, cuando había sido un poco más, pero no tanto como para concretar esa diferencia. Independiente acostumbra ofrecer esos deslices. Y esos dos goles no fueron una sentencia inapelable porque la similitud entre ambas formaciones también se refleja en sus defensas. 

En sentido, Talleres le adelantó como estímulo a su par la expulsión de Angelo Martino. Y por eso resucitó Independiente con el golazo de Sebastián Palacios; y por eso entre Andrés Roa y Alan Velasco empezaron a mover una estantería de bases no tan firmes, hasta que, en pleno hostigamiento visitante llegó el penal de Fabricio Bustos a Michael Santos, con envoltorio de regalo, otra señal de lo que podía ofrecer la imprevisible defensa roja. 

Talleres es competitivo por naturaleza por la manera de sentir el fútbol de Alexander Medina y de sus jugadores. Y lo será más si logra sostener esa postura en el tiempo, sin esos claroscuros que debilitan sus ambiciones. La realidad indica que su imagen todavía no es lo suficientemente compacta como para programarlo en una pelea de fondo, a pesar de haber vencido a grandes rivales. 

En ese sentido, como ejemplo sirve para destacar que un acierto más del opaco Independiente, antes del penal convertido por Valoyes, lo hubiera dejado casi fuera de combate. Y si eso hubiera sucedido se habrían diluido el esfuerzo y las buenas intenciones de Auzqui, Fragapane, Parede, Navarro, Retegui y Mac Allister. El desafío, entonces, pasa por darles valor a esas virtudes sin necesidad de pasar sobresaltos que debilitan a una estructura que aún no parece estar preparada para las grandes jornadas de gala. 

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