Visibilizar la violencia contra las mujeres: un empedrado de buenas intenciones

“Soy una gran observadora de la realidad, una mujer empática, que me afecta muchísimo todo lo que está pasando, que me da mucha tristeza que haya mujeres que mueren todos los días en Argentina. Desde mi humilde lugar entendí que estaba bueno ponerle el cuerpo”, expresó Flor Peña en defensa de sí misma.

Su idea de poner el cuerpo en la tapa de la Revista Gente
denunciando la violencia contra las mujeres y, concretamente los femicidios, fue repudiada y la puso en el centro de un debate que es necesario plantear desde otro lugar.

A propósito de la alta exposición de la actriz con respecto a un tema tan sensible para gran parte de la sociedad, aparecen varias cuestiones recurrentes: el impulso de figuras públicas sensibles ante una problemática pero sin asistencia profesional adecuada; la decisión editorial de los medios que espectacularizan los temas de una agenda urgente; la acción aislada del conjunto de reclamos; los estigmas que atraviesan a las mismas mujeres que creen ofrecer un aporte valioso; el clamor por campañas efectivas que involucren a cada ciudadana y ciudadano del territorio nacional.

Una de las batallas que se libra todos los días cuando se habla de contenidos con perspectiva de género es el tratamiento de la imagen. Se requiere asesoramiento para no incurrir en errores graves o aberrantes cuando se publica la foto de una víctima de femicidio, se revictimiza a una mujer violada o se redunda en detalles morbosos, por citar algunos efectos no deseados. Cada mujer tiene un nombre y una historia y, como todas y todos, forma parte de un entramado de vínculos personales.

La mala praxis en una publicación es contraproducente. La imagen dispara sentidos que van en dirección contraria a aquello que se desea comunicar. Se banaliza la tragedia y el procedimiento incurre en una violencia mediática indefendible. El espectáculo de un cuerpo de mujer implica una decisión previa que habría que revisar cuando involucra a muchas otras que, además, son víctimas, nombres escritos sobre la piel, iguales al de tantas posibles víctimas de cualquier tipo de violencia. 

“El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”, se escucha a menudo. Cuando el infierno tiene domicilio, cuando se instala puertas adentro de los hogares convertidos en cárceles o campo de batalla, las buenas intenciones no alcanzan. En todo caso, la exposición de una mujer empática (no se juzga aquí la declaración de la actriz) utiliza un concepto que queda bien pero carece del tratamiento adecuado. Porque la imagen instala un estereotipo (¡otro más!) y pierde fuerza. El impacto es visual pero no conduce a reflexiones en torno a la furia imparable contra las mujeres.

Si una acción mediática desata violencia contra la actriz que la protagoniza, estamos perdiendo el tiempo. Tampoco sirve que la aludida diga “me defendieron más los hombres que las mujeres”. No se trata de Boca-River. Existen herramientas teóricas suficientes, informes, material bibliográfico, redes de mujeres a quienes se puede recurrir antes de simplificar a través del sentimentalismo una tragedia colectiva. 

Desde 2015, cuando el clamor expuso la situación en el movimiento NiUnaMenos, el esfuerzo inmenso de las generaciones antecesoras cobró cuerpo social, se extendió, propuso debates, modos de visibilización y reclamos concretos.

Una publicación fallida, en términos de perspectiva de género, no así en cuanto a efecto comercial, también expone cuánto falta para saber de qué hablamos cuando hablamos de violencia de género. La violencia mediática va en contra de los esfuerzos de organizaciones y organismos dedicados a buscar justicia, soluciones, vías de reparación o prevención frente a un panorama que suma víctimas todos los días, con desenlaces atroces, ensañamiento y odio machista.

Nadie es ingenuo cuando una figura popular adhiere a una publicación con fuerte marca conceptual. De todas maneras, el impulso solitario y poco feliz de Florencia Peña podría convertirse en otra cosa. Como ya ha ocurrido en distintas campañas de concientización, mujeres con presencia en los medios podrían generar una acción en defensa de la integridad de sus pares. Hay casos suficientes como para asegurar que la violencia patriarcal atraviesa todas las clases sociales y condiciones.

Una actriz sabe qué provoca cuando pone el cuerpo en escena, frente a una cámara, en sus redes. Otras, muchas más, mujeres, no tan populares pero que pisan fuerte en distintos ámbitos, podrían generar algo valioso, señalar los síntomas que sintetiza la consigna “se va a caer”. 

Hasta que el grito que denuncia las violencias contra las mujeres atraviese los muros de las comisarías, los despachos judiciales, las casas vecinas, las escuelas, cada lugar en el que una de nosotras se juega la vida por el solo hecho de ser mujer.

Para denunciar casos de violencia de género se puede llamar al 144 (desde cualquier punto del país) o al 0800-888-9898 (desde cualquier punto de la provincia de Córdoba). Las líneas son gratuitas. Se receptan denuncias las 24 horas. Quien se comunique puede solicitar reserva de su identidad.

Más información

(Instagram Florencia Peña)